Fran,
estudiante de bellas artes, era un fanático de la fotografía. Había pensado
participar en un concurso organizado por la facultad pero buscaba algo
especial, lugares y situaciones fuera de lo común Para ello
pensó en organizar una expedición a Marruecos con uno de sus mejores
amigos. Ese sería un lugar donde se
podrían captar imágenes muy especiales, y a la vez involucrarse en su cultura.
Llegaron a
Tánger e instalaron su tienda de campaña
cerca de una aldea. Los dos se quedaron
muy asombrados cuando vieron a los niños acercarse a ellos para estrecharles la mano, a la vez que pedían alguna moneda o
regalo. Parecía que aquellos niños sucios y de ropa vieja, disfrutaban de su
presencia. Fran y su amigo pronto entablaron conversación con la gente de esta
pequeña aldea, y pudieron comprobar que eran muy pobres pero que tenían un corazón
tan grande como el desierto. Lo poco que tenía lo ofrecían, y lo más valioso
para ellos era su famoso té.
Alim,
vivía en una de esas tiendas con su hija Zakia de trece años. Una tarde
invitaron a Fran al ritual del té, y éste pudo comprobar cómo carecían de cosas, que a nosotros
nos parecen imprescindibles. Ellos solo tenía unas mantas en el suelo y una simple cocina para calentar
el agua del té, pero ofrecían lo poco que tenía hoy, sin saber lo que iban a
tener mañana.
Zakia era
una niña muy alegre y le gustaba conocer todo lo nuevo que pasaba a su
alrededor, tenía un alma aventurera que ocupaba el primer plano de su
personalidad.
Al día
siguiente de tomar un fabuloso té Fran obsequió a Zakia con una misteriosa
cajita cerrada para que la abriera cuando llegara a casa. Zakia
llena de curiosidad, corrió a su casa para abrir esa cajita. En ella iba
una bonita fotografía suya, y una nota invitándola a que lo acompañara a captar
el encanto del desierto al atardecer y el embrujo de su aldea.
La tarde
estaba cayendo, la luz era suave y misteriosa, Zakia salió para reunirse con
él, pero algo interrumpió su camino, una mano fuerte la arrastró y la llevó a
un desolador camino donde fue despojada de su pobre ropa, maltratada y violada.
No podía creer lo que le estaba pasando, ella
sabía que su vida se había acabado. Cuando llegó a casa su padre la
esperaba. Pronto supo que tenía que
buscar al violador y casarla con él,
porque eso era una “mancha” demasiado grande para el honor de la familia.
Abbud, era
treinta años mayor que ella, pero eso no importaba, ella nada tenía que hacer
ni que decir. Su padre se la ofreció a su violador sin pensar en nada más que
en su honor:
- ¿Es
necesario que me venda a mi violador? Dijo Zakia con lágrimas en los ojos.
- Hija sabes que ésta es la única solución para la
desgracia que ha caído en la familia.
Zakia fue arrancada de su casa para llevarla a los
brazos de ese malvado hombre que le arrebató su niñez. Ella no lo pudo soportar y a los
pocos días se suicidó.
Fran, nunca olvidaría cómo aquella nota en una
preciosa cajita cambió la vida de esta pobre niña, y también la suya, porque vio
la injusticia de una cultura que nunca
podría entender.
Fran volvió con una buena cartera de espectaculares imágenes del desierto y de
sus gentes. Ganó el primer premio, pero en su mente quedaba
la imagen más preciada para él, la de aquella niña llena de vida, que
una tarde, le arrebataron su niñez y su vida con ella. Desde entonces Fran
acompaña sus fotos de noticias como esa, para concienciar al mundo de la
necesidad de luchar por los derechos humanos.
MARÍA
PÉREZ GARCÍA. 20/05/2012