LA SOMBRA.
Como todas las tardes al salir de clase vamos a una
cafetería donde Samuel y yo nos vemos
para compartir nuestro tiempo libre y
repasar algunas asignaturas comunes, especialmente, historia del derecho y
derecho constitucional que no son sus favoritas. Entre los dos le resulta más
fácil y agradable.
Llevamos
saliendo juntos desde primero de carrera y nos hemos ayudado mucho. Terminamos
éste año, ya somos abogados y hemos decidido que la próxima primavera será nuestra boda.
Todo trascurrió como esperábamos, nuestros padres
muy orgullosos, nos ayudaron a preparar la boda que tanto deseaban. Pasamos nuestra luna de miel en un lujoso crucero, visitando diferentes
lugares de la costa mediterránea, fue precioso y muy romántico, sin duda alguna
Samuel es el hombre de mi vida.
Cuando volvimos al mundo real, por suerte nos esperaba un buen trabajo en un famoso
bufete de abogados de Madrid. Teníamos expedientes importantísimos por resolver,
de adulterio, de malversación, de malos tratos. Me volqué en mi trabajo porque
era mi pasión, yo era una defensora de la verdad y de la ley. Pasado un tiempo
empecé a sentirme orgullosa de mi misma porque todos los casos los ganaba. Mis
padres estaban muy contentos con mi dedicación al trabajo porque es lo que siempre soñaron para mí. Mi padre estaba seguro que un día llegaría a
ser jueza.
Con el tiempo, Samuel fue aceptando casos muy
difíciles pero no les dedicaba
suficiente tiempo, estaba claro, se estaba relajando, yo le hacía todas las
averiguaciones y le ponía el caso en bandeja. Esto se convirtió en una cruel
costumbre, porque sus casos eran los míos pero él los firmaba y disfrutaba del
éxito dejándome a mí fuera. Me fue arrinconando, su intención era dejarme en la
cuneta, no me podía creer que yo fuera su sombra. Se las ingeniaba para no
presentarme a los clientes y al final solo quedé para resolver sus casos. Mientras
tanto el disfrutaba de mucho tiempo libre y me consta que se dedicaba a ir con
mujeres de sospechosa índole. Con mi ayuda y otras artimañas, pronto llegó a
ser juez, algo por lo que yo sueño desde que empecé mi carrera.
Me dejé atropellar por su sombra y a ser maltratada
psicológicamente por ella, pienso que está por encima de mí y que sus problemas
son los importantes y no los míos. Me miro en el espejo y ya no veo a esa Sofía
inteligente y decidida sino a una Sofía llena de temores y miedos, ya no sé
quien soy ni hacia donde voy, sólo pienso en que sus problemas se resuelvan. El
nunca reconoce mi ayuda, incluso me ridiculiza algunas veces, ya no acudíamos
juntos a fiestas importantes, tengo miedo a no ser aceptada. Mis padres me
reprochaban cada día mi conducta, pero ellos no saben que estoy atrapada por el
miedo al fracaso. Samuel cada vez me exige más, su sombra cada vez es más
grande y me anula totalmente.
Una mañana de otoño, me levanté con un billete de
avión bajo mi almohada, el caso que
teníamos que defender exigía viajar a Cuba, y por supuesto tenía que ir yo.
Cogí mi maleta y me fui al aeropuerto a resolver su caso. Cuando llegué, por
exigencia del trabajo, conocí a Álvaro, un colega de bufete. Compartimos
opiniones y experiencias juntos, con él empecé a sentirme yo misma otra vez,
trabajar de tu a tu sin distinciones, la distancia parecía haberme dado otra
categoría. Mi estancia se alargó porque el caso así lo requería, yo no deseaba
volver, estaba lejos de su sombra, ahora allí lejos de Samuel mis logros eran
míos, sentía una cierta tranquilidad que estaba más allá de los hechos que se
habían apoderado de mí, de algún modo me sentía fuera de esa negra mancha que
me cubría, estaba en calma por primera vez en mucho tiempo. Sentía desde lo más hondo de mí, una fuerza
desconocida, empecé a verlo todo más claro y a encontrar mi lugar. Decidí no
volver a Madrid, todo lo bueno que en Cuba me estaba pasando, desaparecería al
tocar tierra española.
Ahora
continuo mi carrera y ascenso lejos de mis raíces, y eso a veces me pone
muy triste, añoro a mis queridos padres, a los que puse en aviso de lo que me
pasaba y ellos me quieren tanto que comprenden y se alegran que por fin me
sienta fuera de la negra sombra de mi inseguridad.
Ahora la abogacía será como yo siempre la consideré:
El derecho, con el tiempo, se venga de las cosas que
se hacen sin su colaboración. Y no porque sea vengativo; sobre todo es justo.
El derecho se transforma constantemente, si no
sigues sus pasos serás cada día un poco menos abogado, el derecho se aprende
estudiando, pero se ejerce pensando.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
28/03/2012.