El gran caserón de la
abuela de Esmeralda se encuentra en las afueras del pueblo. Es una casa muy
grande que sus antepasados mandaron construir hace muchos años, la casa ha pasado
de generación en generación.
En esa casa también vivió la madre y la abuela de Esmeralda,
ambas fanáticas del orden y la decoración. El dormitorio de la abuela Lola, tiene excelentes ventanales con cortinas de
encaje blanco, una cama de duro roble envejecido y dos mesitas de noche donde
descansas dos lamparitas . Junto al ventanal está la mecedora, orientada a la
verde pradera que tiene frente a ella. El espejo del lavabo está en el otro lado de la ventana con
su gran pileta de cerámica al igual que el jarrón del agua. El peinador amarillo de seda con peine y cepillo de marfil, donde Lola pasaba largos
ratos frente al espejo, cepillándose el pelo.
Todo está decorado con mucho gusto y armonía. Su abuela
adoraba estar en su habitación rodeada de sus muebles, en esa habitación vió
nacer a sus cinco hijos, allí pasó y vivió momentos inolvidables. Todos sus
muebles tenían un significado personal para ella. Las fotos de sus antepasados
estaban colgadas de la pared.
Cuando la abuela murió
ésta habitación se cerró y la madre de Esmeralda no quiso nunca entrar allí. Pensaba que su
espíritu aún seguía en ese dormitorio.
Esmeralda, joven alegre y moderna no quería seguir pensando que la habitación
de la abuela tuviese que estar cerrada. Su madre se opone, a la idea de que Esmeralda
ocupe esa habitación. Pero ella es muy
tenaz y quiere cambiarse allí porque su
orientación y su paisaje es el mejor de la casa. Su madre desiste en el empeño
y la deja hacer.
Lo primero que quita es
la vieja mecedora y en su lugar pone un sillón relax blanco de piel, el lavabo
lo cambia por una cómoda de cajones con un espejo. Las fotos son sustituidas por cuadros de vivos colores, Esmeralda pone
la habitación adaptada a ella y a sus necesidades. Arrinconando los viejos
muebles, en un habitáculo continuo que
estaba desocupado.
Todo estaba dispuesto
para el cambio. Esta noche será la primera que pasará en su nueva alcoba.
Cuando llegó la hora de irse a la cama, su sorpresa fue ver todo muy bien
colocado, cada cosa en su sitio, pero no sus muebles sino los de la abuela.
Esmeralda no podía
creerlo, pensó que eso sería una broma de mal gusto de alguno de la casa y
volvió a quitarlos y a poner los suyos.
Al día siguiente pasó lo mismo, los viejos muebles de la
abuela habían vuelto de nuevo a su lugar, cada foto en su correspondiente
clavo, y la mecedora se balanceaba sola frente a la verde pradera. Esmeralda
entendió que la abuela no quería arrinconar sus muebles y con ellos sus
recuerdos, quería que siguieran vivos, pasando de generación en generación.
Desde entonces Esmeralda, duerme en este aposento pero dándole vida a los
viejos muebles de la abuela Lola.