No me gusta lo que veo, no me gusta lo que oigo, el amor se
desvanece, la frialdad del ser humano inunda nuestra sociedad, cada uno en su
mundo y en su mente. Hoy me siento frágil y me asomo a la ventana del ayer,
miro a través de ella y veo como volvió
la lluvia pero no volvió del cielo o del oeste sino la de mi
infancia. A través de ella observo
ternura y alegría, veo ganas de vivir, en medio de todo esto, está mi viejo
triciclo, azul como un día de verano,
brillante como la sonrisa de un niño, y está esperándome a mí. Cierro los ojos
y me atrevo a pasar a través de la ventana, lo cojo, me subo en él y me lanzo a la lluvia del
pasado.
Ahora estoy contenta, estoy feliz, juego en la calle con mis
amigos, todos reímos y jugamos, los vecinos se saludan, hablan y comparten emociones, los mayores hacen sus
trabajos .Me veo correr hacia la figura de mi padre que me agarra con su fuerte
mano y me hace sentir su calidez sobre la mía. Puedo sentir como apenas la posa
sobre mi cabeza como si tuviera miedo a romperme, pero su mano es fuerte y
firme, en ese momento no lo sabía, pero esa calidez paternal iba a ser uno de
los recuerdos más importantes de mi vida, sus manos.
Un golpe seco me hace
de nuevo atravesar bajo la lluvia y volver al hoy, pero yo me resisto a volver
y sigo empapada de recuerdos en la vieja ventana, ahora veo mi triciclo vagando
solo por la habitación. ¿Qué espera? ¿a quien espera? Seguro que a otro niño
con las mismas ganas e ilusión de empezar la aventura de la vida.
MARÍA PÉREZ GARCÍA.
19/11/2013