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Fue una tarde de primavera, un
jueves Santo, mi hija mayor venía de vacaciones a casa y fui a recogerla a la
estación de autobuses de Granada. La vi bajar del autobús tan guapa que mi
corazón saltó de alegría. Venía sola, sin su pareja y decidimos darnos un paseo
por la ciudad y disfrutar de nuestra compañía en una preciosa tarde de
procesiones.
Al día
siguiente, cuando ya estábamos todos en
casa, a última hora del día, nos reúne y nos dice que tiene que hablar con nosotros.
Me quedé mirándola y nos dijo que estaba embarazada. Dios mío todo lo que pasó
por mi mente es difícil de plasmar en unas líneas. Lo que si se es que me
inundó una inmensa alegría, la abracé contra mi tanto que quería traspasarle
toda mi alegría. La buena noticia fue recibida igual por el resto de la
familia.
Ahora venían los preparativos, a
partir de aquí mi vida cambia, mucha alegría pero mezclada con un huracán de
miedos. Yo quise quitarme esos miedos estando siempre muy ocupada y pensé solo
en hacerles cositas, empecé agobiarme porque mi mente corría más que mis manos,
pero le hice un montón de cosas preciosas. Mientras tanto estábamos haciendo un
master en ecografías. ¡ES UNA NIÑA!, al principio parecía una lentejilla, luego
pasó a un cacahuete y así mes a mes fuimos dándole forma a su cuerpecito.
Por otro
lado está el master de los cacharritos, esto es ya de segundo grado, aprendimos
todo sobre cochecitos, cuando veía unos papás paseando a su bebé, ya sabía que
carrito era y hasta el precio, ni que decir tiene, la cacharrada necesaria para
sus cositas, el esterilizador, la babycook, papillero y un largo etc. etc…….
Pero ya por fin llegó el día. Un
parto nunca es igual a otro. Este tuvo que ser provocado porque Emma no se
atrevía a venir por si solita. Todo fue bien, pero para mí fue un día muy largo
y de experimentar muchas emociones. Todo el día esperando y esperando,
intentaba tranquilizarme pero eso no era posible. Mi otra hija a miles de
kilómetros de nosotros estaba aún peor que yo. Quería estar presente y lo
estaba, gracias a las nuevas tecnologías podíamos estar muy juntas, aunque nos
separaba un gran océano. Mi hija en dilatación, dándonos noticias de los
centímetros dilatados, y así las tres unidas a través de un móvil ayudamos
aunque solo fuera con nuestra fuerza de la mente a que nuestra niña viera la
luz. Fue un ocho de diciembre a las cinco de la tarde. Cuando su padre dijo que
ya había nacido me quedé sin expresión. Esperé en la habitación a que la
subieran, cuando la vi aparecer por la puerta con su pequeña al lado, la
emoción corrió por todo mi cuerpo y las lágrimas afloraron en mí y en mi hija,
mi abrazo fue grande y reparador. Allí estaba Emma con su carita rosada y sus
ojillos abiertos al mundo. Las palabras son importantes en la vida, con ellas
nos comunicamos, pero yo en ese momento no supe que decir, me quedé en blanco
por fuera y por dentro, hasta que la tuve en mis brazos y un rio de sensaciones
llegaron a mí, y así es como me he convertido en abuela.
Ahora Emma
tiene cinco días y cuando la cojo en brazos no me canso de mirarla, la acaricio
suavecito, acecho su sonrisa, huelo su aroma tierno, la rodeo con mis brazos y
quisiera defenderla y protegerla de todo lo malo. Pienso en todo lo que
podremos hacer juntas, los juegos que inventaremos, los cuentos que le contaré,
el mundo que iremos descubriendo y los caminos que andaremos a pasos pequeños
juntas de la mano.
Solo espero
estar muchos años con ella y estar siempre que me necesite, aunque la distancia
es el primer enemigo al que nos enfrentamos.
MARÍA PÉREZ
12/12/2015