PASMOSO
VELATORIO
Águeda llevaba una vida muy activa desde que se divorció. Su
trabajo le ocupaba la mayor parte de su tiempo. El negocio que había emprendido
junto con una amiga, no parecía que fuera mal. En los tiempos que corrían, hacer eventos para bodas no era fácil, había que moverse mucho y tener muchos
contactos con diferentes personas.
Necesitaban dinero para montar y continuar el negocio. Águeda
era la encargada de hablar con los proveedores y sobre todo con los directores
de los bancos. Su carácter y su físico era irresistible para muchos y conseguía
todo el dinero que necesitaban aunque luego a la hora de devolverlo las cosas
no eran tan fáciles. Debía dinero a todos.
Tenía una enfermedad que nadie conocía y un día su socia y
amiga se la encontró muerta en la oficina. El susto y el disgusto fue grande,
la pena le estaba ahogando pero tuvo que reaccionar y llamar a su ex-marido y a
su hija. Nadie se explicaba que es lo que le había ocurrido, pero las cosas
suceden y no hay vuelta atrás. La noticia pronto corrió por todos sus conocidos
y allegados. Todos quedaron extrañados y apenados y otros muchos, preocupados
porque pensaron que ya nunca pagaría sus deudas. Todos acudieron al velatorio
para darle su último adiós y acompañarla en sus últimas horas. En la madrugada
el director del banco que estaba allí porque para él era algo más que una
clienta, se acercó al ataúd y comenzó una larga charla con ella, bueno más que
una charla era un monólogo porque nadie le contestaba. Le decía todo lo
importante que era para él, el tiempo que pasaba pensando en ella y que incluso
por un nuevo instante de estar a su lado, era capaz de perdonarle todas sus
deudas, que estaba seguro eran las culpables de su repentina muerte. Diciendo
esto de pronto siente la mano de la muerta que le coge la suya y que se
incorpora del ataúd. Todos gritaron y salieron despavoridos del velatorio, menos
el director que se quedó con los pies pegados al suelo. Águeda lo miró y le
dijo:
-Que sepas que he oído todo lo que has dicho y aquí estoy de
nuevo y mis deudas quedan zanjadas.
En este caso fue el
director el que cayó al suelo con un infarto de miocardio. Águeda no estaba
muerta, estaba en estado catatónico.
MARÍA PÉREZ GARCÍA.