Admiro la
gran montaña. La veo tan poderosa y tan grande que me gustaría entender los
entresijos de sus entrañas. El misterio y la vida que guarda en su interior me hacen
sentir un gran respeto. Yo me pregunto porque algunas mentes quieren hacerle
daño.
Su flora y
su fauna tampoco entienden que es lo que pasa, tan solo pueden correr sin saber
ni adonde ni por qué. Corre corre, pero ¿para qué? si el final será el mismo,
el precipicio está ahí y todos llevan la misma dirección. El viejo árbol
centenario no puede correr, pero ve como su larga vida también va al abismo.
Sus ramas se tambalean sus hojas huyen con el viento, pero éste pesa y es
denso. El viejo roble queda solo y desvalido. tan solo siente el calor de la
maldad que desde sus raíces hasta el cielo lo abrasan.
El ave rapaz
levanta el vuelo, pero se ve incapaz, la oscuridad, el viento pesado y ardiente impiden que sus grandes alas puedan despegar.
Viendo esta
imagen en mi mente yo me pregunto.
¿Cómo se
puede disfrutar con el sufrimiento ajeno?
MARÍA PÉREZ
GARCÍA