Malos tiempos nos rodean. Hay mucho dolor en el mundo. La
enfermedad nos azota con su peor látigo castigador. Familias rotas, lagrimas
que fluyen sin cesar por la pérdida de seres queridos.
Yo, en medio de esta tormenta me mantengo a flote. Con miedo
a perder mi situación y verme inmersa en las estadísticas que día a día nos
bombardean dejando cada vez mas heridos nuestros sentimientos. Me siento
afortunada por lo que tengo. Un techo donde cobijarme con un espacio exterior
donde puedo ver pasar la primavera. Una familia que quiero y me quieren.
Hoy me encuentro mas triste de lo normal y unas lagrimas
fluyen por mis ojos provenientes de un gran sentimiento de cariño. No se si es
apropiado en estos tiempos llorar por la perdida de tu mascota. Colillo era mi
gato. Pero no era un gato corriente arisco y huraño. Todo lo contrario,
cariñoso, amable y siempre junto a mí. En estos días oscuros donde el miedo se
me veía reflejado en mis ojos, el venía y se sentaba encima de mis piernas. El
simple hecho de acariciar su suave pelo y escuchar su ronroneo, me hacía sentir
una paz interior.
Ahora la enfermedad le ha tocado a él. Necesita mis
caricias y escuchar mi voz. Así ha sido hasta el último momento. Ahora son para
el los momentos grises y oscuros. Su mirada pidiendo consuelo, me rompía el
corazón. Muchos de los que puedan leer esto, no lo entenderán, pero el cariño
de tu mascota va más allá de pensar que es un simple gato. Mi gato se llamaba
Colillo y formaba parte de esta casa y siempre lo recordaremos.
Hoy 20 de mayo del 2020 campanean tristonas y grises las 12
del mediodía en la torre de la iglesia. A esa hora Colillo siente un profundo
sueño del que nunca despertará.
Adiós a mi Colillo, mi gato cariñoso y bueno.
MARÍA PÉREZ GARCÍA