Marcos es un joven periodista que cada día escribe una
columna de noticias en el periódico local de su ciudad.
- Tengo
que escribir el artículo de hoy para el periódico.
- ¿sobre
que va a ir esta vez?
- Ya no
me gusta el tema, pero es la demanda de hoy en día. Sobre coronavirus.
- Es
cierto hijo, el tema ya cansa, pero tenemos que seguir informados.
- Cuando
lo termine le echas un vistazo mamá. Tu opinión es muy válida para mí. Eres mi
mejor crítico.
Un día mas tenemos que escribir sobre esta pandemia que nos
está azotando con toda su virulencia. Hoy en la capital quinientos afectados
mas y ciento setenta y un muerto.
No quiero que me tratéis como un número más.
Dentro de esa cifra, hay personas, hay situaciones, tragedias, ansiedad, miedo,
pánico, dolor. Ya os habéis inmunizado ante las cifras y suenan en nuestra
cabeza como algo ya común. De ese número ciento setenta y uno, el uno soy yo,
con nombre y apellidos. Con una familia y una vida. Esto no es una broma ni
somos un número. Las personas mueren y las que no, sufren. Mi vida transcurría
entre mi trabajo y la familia. Teníamos poca vida social, tal y como manda la
nueva normalidad. Pero ningún lugar es seguro. La enfermedad acecha en el sitio
menos sospechoso.
Una tarde me sentí mal y ahí empezó todo.
Estaba contagiado. Te sumerges en el silencio en la soledad y la tristeza.
Necesité hospital incluso ingresar en UCI. Les dije adiós a mi mujer e hijos y
nunca más los volví a ver. Solo y aislado en una habitación, en el silencio
sepulcral escuchas acercarse la muerte sigilosa. Sabes que tú serás el próximo.
Por tu mente pasan tus seres queridos, incluso sufres por ellos.
Por fin llega. Estas solo, te agarra y te dejas
llevar. Llegó el final. Adiós a los míos porque para el resto del mundo tan
solo soy un frío número que a nadie le interesa. En este caso el ciento setenta
y UNO.
- Hijo,
muy conmovedor y diferente tu artículo. Me has hecho llorar.
- Mamá,
no digas sandeces, es más técnico y numérico que nunca.
- Eso es
lo que tu piensas, pero no lo que tu corazón te dicta.
Marcos volvió a leer su nota y su madre llevaba razón. El
pensaba algo y su bolígrafo escribió algo que su mente percibía.
MARÍA PÉREZ GARCÍA 15/10/2020