UN CUENTO NAVIDEÑO
Esto era una vez
una niña nacida en un pequeño pueblo, dentro de una familia que la adoraba. Su
niñez la recuerda con alegría, tenía muchos amigos y amigas. Las navidades eran
entrañables. El 24 toda la familia se reunía alrededor de una lumbre en la
puerta de la casa. Esa fogata era para que en esa noche se calentara el niño
Dios. María miraba hacia el cielo plagado de estrellas y no entendía como el
calor de ese fuego llegaría tan lejos para calentar al niño recién nacido. Su
inocencia era tan pura y clara como el resplandor de esa noche fría.
Pasaron los años
y en Navidad, en su hogar cada vez había menos miembros de la familia, las
circunstancias así lo requerían. Los abuelos habían marchado a formar parte de
esos puntos brillantes del cielo. La hermana mayor, el trabajo la demandaba
lejos de casa. Pero a la niña nunca le faltaron los besos y abrazos de sus
adorables padres.
El tiempo pasaba
y las circunstancias cambiaban. Vinieron tiempos difíciles, María ya era mayor,
formó su propia familia, pero lejos de su hogar. Aun así, en Navidades los
pocos o muchos que estaban se reunían, se besaban y se abrazaban, y eso les
reconfortaba y daban energías, porque el abrazo reconforta y llena de vitalidad
para seguir adelante.
La chica de
nuestro cuento tuvo hijas y les transmitió la magia y el cariño que las
Navidades representan. Junto a su nueva familia vivió estas fiestas
entrañables. Nunca faltaron los besos y los abrazos ni la magia navideña.
Las hijas
crecieron y María envejeció rodeada de amor y cariño. Ese amor se colmó con la
llegada de esa preciosa nieta, que llenó su corazón de amor y ternura. Las
navidades volvieron a llenarse de aire fresco, magia e ilusión.
De pronto, como
en todos los cuentos, llegó el duende malo y todo cambió. Este duende malo nos
trajo muerte, nos borró la sonrisa, los besos y los abrazos. Nos implantó la
frialdad. A nuestra protagonista la dejó sumida en la confusión y la tristeza,
como a tantas personas.
En todos sus
años vividos aprendió y vivió muchos avances. Conoció el teléfono a través de
una centralita de su pueblo donde se tenía que pedir una conferencia y había
que esperar horas y horas para hablar con la persona. Luego este aparato se
instaló en casa colgado en la pared. Era un gran avance. De ahí se pasó a que
dicho artilugio se podía mover y más tarde hasta llevar en el bolsillo e
incluso ver a las personas.
En esta Navidad
el duende malo nos obliga a vernos a través de una pantalla. Nunca María pensó
que un día se reuniría con su familia con un grupo de compañeras y compañeros,
amigos y amigas a través de un teléfono. Ha tenido que aprender muchas cosas en
la vida, pero esta le proporciona y le recuerda a una Navidad entrañable,
porque sabe que el cariño puede atravesar fronteras, y como no, frías
pantallas.
Que todos
sepamos vivir esta Navidad dando más amor que nunca, no dejemos que la luz y
los colores se apaguen. De esta forma venceremos al duende malo, porque como en
todos los cuentos, siempre ganan los buenos.
Colorín colorado
este cuento por ahora se ha terminado.
FELIZ NAVIDAD
PARA TODOS.