Esta noche duermo con mi abuela. Mi abuela me ha
dado un trozo de chocolate. Mi abuela me ha preparado mi comida favorita. Mi
abuela me ha comprado unos zapatos… Y así infinidad de frases
quedaron en mi mente. En mi niñez envidiaba a mis amigas que disfrutaban de las
delicias de sus abuelos. Yo no conocí a los míos.
Creo que es una figura importante en la vida de los niños,
al igual que los nietos son fuerza y vigor para los abuelos.
Mi suerte me ha premiado con una nieta. Ahora soy yo la
abuela. Ahora es ella la que le gusta estar conmigo, la que piensa que en casa
de la abuela hay cofres con tesoros. La que cree que la casa de la abuela es
misteriosa porque tiene muchas puertas, con un mundo para descubrir tras ellas.
La casa de la abuela es donde encuentra cajas cerradas y empolvadas donde puede
descubrir cosas, como unos zapatitos blancos que le llevan a la niñez de su
mamá.
Es ella la que rodea
mi cuello diciéndome que me quiere muchísimo. Este gesto, en esta etapa de mi
vida es un soplo de aire puro, es un empuje hacia adelante. Ese te quiero tan
sano y verdadero, que ya nadie te dice, nos lo está robando esta pandemia. Un
año sin sus besos, un año sin sus juegos, sin sus innumerables aventuras y su
imparable imaginación. Un año es mucho tiempo, a mí se me escapa, a ella le
vuela, y el tiempo no vuelve.
MARÍA PÉREZ GARCÍA 19/03/2021