Todos estaban en la fila esperando su turno. Cuando yo
llegué estaba tan asustado como mis otros compañeros, todos sabíamos que esto
era una prueba más y que un pinchazo mas, ya no nos dolía, sabemos que sólo
tienes que aguantar la respiración y no pensar. Yo estaba muy cansado y sin
esperanzas. Todas las semanas nos encontrábamos los mismos en esa
desesperanzadora fila, aunque allí dentro ya éramos todos hermanos, hermanos de
hospital los llamaba yo. Todos oíamos las mismas frases, siempre las mismas,
como esas canciones que se ponen de moda, sobre todo no te muevas, no respires.
Aquella mañana fue diferente, en la fila había una nueva persona, su mirada era fría como la escarcha de los campos. La miré y quise tranquilizarla, decirle que esto se pasa, que no tenga miedo porque el miedo y el dolor sólo existen en nuestra mente. Ella me miró con sus grandes ojos y me sonrió con una sonrisa limpia y amplia y me dijo que sabía que todo iría bien, que la vida no siempre era agradable pero que había que vivirla y no desfallecer.
De pronto me enseñó una gran lección, y me transmitió una
sensación de gran serenidad. Desde aquel momento fuimos muy amigos, la estancia
en el hospital fue mucho más amena. Nos
reíamos de nosotros mismos de ver nuestras cabezas pelonas, pero eso no nos
hacía desfallecer.
Teníamos muchos planes de futuro. Cuando saliéramos de allí,
nos iríamos de viaje, a un lugar donde nosotros fuéramos el techo del mundo y
poder sentir éste a nuestros pies.
Como todas las mañanas nos encontrábamos en la fila de las
inyecciones, pero esa mañana ella no estaba. Todo se me apagó de pronto, no
podría soportar de nuevo el hospital sin su presencia. Corrí por los pasillos
como si la vida me fuera en ello, mis zuecos volaban, quería llegar a su
habitación y verla. Cuando llegué, su cama estaba vacía, la luz entraba con
trabajo a través de la persiana, pero
pude ver que ella no estaba. La enfermera corrió tras de mí, y cuando llegó a la habitación
averiguó la desolación en mi cara.
¡¡Cómo corres!!, ¡¡Qué fortaleza tienes!!. Marta se la han
llevado sus padres y me ha dejado ésta carta para ti. La sangre volvió a fluir
por mis venas, abrí la carta y la leí despacio. “Teníamos una cita que
cumplir”.
Nos veríamos cuando los cerezos estuvieran en flor en la parte más alta de nuestra Alpujarra.
Nos veríamos cuando los cerezos estuvieran en flor en la parte más alta de nuestra Alpujarra.
Los días transcurrían lentos y aburridos, pero yo tenía un
sueño que cumplir, y soñaba con él. A finales del mes de abril salí del
hospital y por fin cumpliría mi sueño, acudir a la cita de mi amada. Un domingo
de mayo por la mañana, nos citamos en un pequeño pueblo de la Alpujarra donde
los cerezos estaban en todo su esplendor, nos encontramos allí, ella estaba muy
guapa con su pañuelo en la cabeza y su falda azul. Pasamos el día juntos,
viendo las espectaculares vistas y sintiéndonos los reyes del mundo. Nada ni
nadie nos podrían robar estas sensaciones, y como dice un compañero mío si
crees en los sueños, ellos se crearán.
MARÍA PÉREZ GARCÍA 4/2/2015
MARÍA PÉREZ GARCÍA 4/2/2015
Enhorabuena por tu blog!
ResponderEliminarEs lo que necesitas para dar luz a todo el talento que tienes.
De verdad que me sorprendes con la facilidad con que plasmas con pequeñas palabras todos esos detalles y cómo con poco dices mucho.
¡Este texto me ha encantado!
Gracias eres un solete
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