Aquella noche Irene quedó liberada de lo que fue una vida de
engaño y sacrificio. Decía adiós a la persona con la que un día se unió y pensó
que sería para siempre. Cuando se casó con Andrés estaba tan enamorada que podrían
solucionar todos los problemas que vinieran.
Al poco tiempo de casados, empezó a
notar que el sueldo que Andrés debería traer a casa no llegaba, aunque él si se
iba a diario a trabajar. Con el sueldo de ella cubría los gastos de su hogar.
Al poco
tiempo quedó embarazada. La alegría en la pareja era infinita, pero Irene a los
dos meses empezó a sentirse mal y a sangrar. Su hijo corría peligro, pero todo
se podría solucionar con reposo absoluto.
Así fue.
Irene se quedó en casa y Andrés se fue a trabajar, pero el dinero seguía sin
llegar. Pidió explicaciones, pero éste nunca se las dio.
Pasaron los meses y el casero no les
daba ya más plazo para pagar el alquiler. Con lo poco que le daban por su baja,
mal comían, pero para pagar luz y alquiler no llegaba.
Pronto se
vieron en la calle sin un techo que les cobijara. Se tuvieron que trasladar al
pueblo cercano de Andrés, donde su madre les dio cobijo. Irene nunca esperaba
que su madre política la trataría tan mal. Le decía que era una mal criada y
que el pobre de su hijo tenía que trabajar para mantenerla.
-Todas las
mujeres han estado embarazadas y han trabajado. Levántate y trabaja. Le decía la
suegra.
Tuvo que
levantarse y trabajar como sirvienta en una casa de unos ricos señores. Allí
trabajó cocinando y fregando suelos, hasta que un día un intenso dolor y un rio
de sangre bajó por sus piernas. Se dio cuenta que su hijo se desprendía de ella
sin vida.
¡Así
fue como perdió lo único que le importaba!
Andrés la culpaba por perderlo y decía que era
una mala madre. Ella lloraba de dolor e impotencia. Pero hasta eso lo tenía
prohibido.
-No llores
tanto y trabaja más, ya tendrás otros. No gastes más lagrimas.
- ¡Quiero
gastarlas! ¡Son mis lágrimas y las gastaré si quiero!
Cuando Irene se recuperó pensó en
seguir a Andrés y averiguar algo de su oscura y doble vida. Descubrió que era
un traficante de drogas y que el dinero que cobraba se lo gastaba en juegos y
mujeres, nada para su casa. Con lágrimas en los ojos pensó que algo tenía que
hacer y terminar con todo aquello de una vez. Se fue a comisaría y lo denunció.
Y fue aquella noche cuando en plena
cena llegó la policía y se llevó preso Andrés. Su madre lloraba al ver a su
hijo esposado y conducido a la cárcel. Entonces Irene dijo:
-No llores
tanto que tu hijo seguirá vivo.
-Tu eres la
que ahora tendrías que llorar.
-Ya le dije
que son mis lágrimas y que las gastaré si quiero, y éste no es el momento.
Cogió sus cosas y se fue lejos de aquella casa
y de aquella familia.
MARÍA PÉREZ
GARCÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario