Soy miembro de una familia de tres
hermanos y yo cuatro. Nacimos un 24 de septiembre por la tarde en el jardín de
la casa, debajo de un bonito rosal. Aquella noche se desató una gran tormenta,
el agua ya la teníamos casi al cuello. Mi madre no sabía ya que hacer para
protegernos. Pronto vimos aparecer la dueña de la casa que nos dio cobijo
dentro. Desde esa noche siempre nos hemos sentido protegidos por ella. Éramos cuatro
lindos gatitos y mamá gata. Todos en casa estaban muy contentos con nosotros.
Éramos muy graciosos y juguetones, en el campo nos lo pasábamos muy bien y
estábamos muy felices.
Llegó la hora de volver a la
casa del pueblo y nuestra dueña decidió llevarnos con ellos. Estaba contenta
con todos nosotros, pero ya empezaba a pensar que éramos muchos para estar en
casa. Cuando empezamos a comer por nosotros mismo, aunque aún necesitábamos la
leche de nuestra madre, nuestra dueña decidió repartirnos entre la familia.
Llegó la primera candidata a
elegir gatito, y claro yo era la mas bonita de todas mis hermanas, así es que
me tocó salir la primera del nido materno. No me gustó nada, no quería
separarme de mi madre ni de mis hermanas, pero la verdad es que al principio me
gustó y salí tan contenta. Tengo alma de aventurera y pensé que viviría una
aventura.
Cuando llegué a mi nuevo hogar todo estaba
preparado para recibirme. Una bonita cama de gatito, con unas suaves mantitas,
comida muy buena y mucho mimo y cariño. Pensé que había tenido suerte, pero en
el fondo yo necesitaba mis hermanas y mi madre. Pronto me volví arisca, no
soportaba que me tocaran, que me mimaran y mucho menos que me tomaran como si
yo fuera una bebé. Eso no lo quería. Siempre estaba con las uñas sacadas y
enfadada. Para colmo me llevaron a un sitio donde siempre me hacían daño,
siempre me pinchaban o me daban algo feísimo por la boca. Parece que se llama
veterinario, pues yo lo odiaba. Por cierto, me pusieron de nombre Luna. Bueno
un nombre muy común entre nosotros los gatos. Me gusta, de eso no tengo nada
que decir. Mis hermanas se llaman Nea, Aria y el gatito que es Colillo.
Todos los días eran iguales,
siempre en casa sin nada que hacer. Yo quería salir a la calle, jugar, correr
con otros gatitos, quería ir con mis hermanos. Un día decidieron juntarnos de
nuevo a todos, porque la verdad es que yo no paraba de maullar y maullar, mi
nueva dueña tenía mucha paciencia conmigo, lo reconozco. Aquel día que fuimos
todos juntos al campo, yo me asusté mucho, ya no los conocía, les quería pegar,
arañar y salir de allí corriendo. Ya nada era igual.
Todas las noches me sacaban a pasear aprovechando que ellos
sacaban la basura, pero una noche los despisté y me fui. Estuve andando y
andando sin parar, no sé hasta donde llegaría, pero yo quería investigar,
quería ver mas cosas. Al día siguiente me lo pasé muy bien. Vi otros gatos, intenté
jugar con ellos, pero me pegaban. Bueno, no me conocen, pensé.
Pasaron varios días y ya la
aventura no me gustaba tanto, tenía hambre y no tenía mi comida, ni mi agua, ni
mi cómoda camita para dormir. Ya no me gusta mi nueva situación. Tuve que
luchar para pillar algo de comida, me acerqué a casas donde lo único que
recibía eran escobazos, los perros me perseguían, incluso más de uno me alcanzó
con sus dientes y estuve bastante malita. No tenía consuelo de nada ni nadie.
Tuve que cazar ratones, que asco, y comérmelos. Pasé mucha hambre y muchas
calamidades, también malos tratos entre los propios gatos y de personas. Gracias
a mi mal genio he podido sobrevivir.
Se que mi dueña estaba desconsolada por mi desaparición, me
buscó por todas partes, puso letreros con mi foto por todo el barrio, y en ese
sitio donde tanto me pinchaban, el veterinario, pero nadie daba respuesta.
Parece que me fui muy lejos.
Pasaron los meses y yo seguía
en la calle viviendo de la caridad de algunas personas que nos echaban los
desperdicios de sus comidas. Mi dueña había perdido toda esperanza de
encontrarme. Eran ya casi 12 meses. Yo estaba enferma, sucia y desnutrida, pero
un día la persona que se acercaba a echarnos un poco de comida se quedó
mirándome y creo que me reconoció por la foto del veterinario. Esa persona
llamó al número de teléfono diciendo que pensaba que había visto ese gato,
aunque solo se parecía un poco. Era la víspera del día de Navidad. Al recibir
esa llamada, todos se pusieron muy contentos, aunque ya habían recibido más de
una falsa llamada. Pero toda la familia fue a ver si yo era realmente luna. La
persona que llamó era una conocida. Tenían esperanza. Mi dueña me reconoció
enseguida, no lo dudó y se acercó a mi y yo muy noblemente me dejé coger, ya
nada me importaba, estaba muy mal. Aunque creí notar su mano amiga. Su olor me
era muy familiar. Me llevó a casa. Ya sabía que había vuelto a mi hogar. Estaba
feliz, había vuelto por Navidad. Lo primero que hizo fue darme un baño que yo
agradecí. Ya me parecía mas a Luna. Todos estaban contentos. ¡Luna ha vuelto!
Me volvió a llevar al veterinario para comprobar por medio
de un chic que llevaba puesto que realmente era yo. Se lo confirmaron. Por fin
en casa. Nunca mas me volvería a ir.
Desde entonces estoy feliz y
contenta en mi hogar. Aquí me quieren, me miman, tengo mi cama, mi comida, y a mi familia.
Ya no quiero aventuras, quiero mi hogar dulce hogar.
Todos los miembros de mi familia tienen una historia que contar, empezando por mi mamá. Sus comienzos fueron bastantes difíciles y peculiares. Seguiré con las historias de mi familia gatuna.
MARÍA PÉREZ GARCÍA