UNA ESTRELLA EN MI SALÓN
La tarde invitaba a estar en casa. El cielo dibujaba figuras
grises que el viento hacía correr de un lado a otro. Sentada en la penumbra de
mi habitación observaba el ir y venir de esas nubes. De pronto algo golpeaba el
cristal de mi ventana, el ruido y la luz que la atravesaba me hizo girar la
cabeza. Me quedé asombrada cuando vi que una estrella me llamaba. Abrí
los cristales y la invité a entrar. Era una preciosa y brillante estrella.
El salón de mi casa quedó todo iluminado.
- ¿Estás sola?
-Si, en este momento no hay nadie, tan solo me acompañan mis
dos gatitos, Pepsi y Colillo.
-Pero yo sé que tú tienes una preciosa y pequeña niña que
todas las noches mira por su ventana junto a su osito Tedy para verme a mí y a
mis hermanas.
-Si tienes razón. Es Emma, pero ella no está conmigo. Está
con su papá y su mamá en una ciudad muy lejos de aquí.
- ¿Tú quieres verla?
- Me gustaría mucho ir a darle un beso de buenas noches. Pero
estamos muy lejos.
-No te preocupes. Tan
solo tienes que cerrar los ojos y confiar en mí.
No sabía que hacer, porque todo esto era muy extraño. No me
podía creer que estuviera hablando con una estrella en el salón de mi casa. Se
acercó ofreciéndome una de sus brillantes puntas, como si fuera una mano amiga.
Ya sin pensarlo me agarré con fuerza a ella y salimos por la ventana iluminando
la noche y dejando atrás las nubes grises.
Nos
dejamos llevar por el viento dejando una gran estela a nuestro paso. Abrí los
ojos para ver todo el espectáculo que me ofrecía este inesperado viaje en la
noche. De pronto pudimos ver unos ojitos que antes de dormir miraban por la
ventana y cantaban:
Estrellita donde estas, me pregunto quién será. En el cielo blanco y azul
me iluminas con tu luz.
Nos dirigimos a esa ventana y cuando Emma vio que su
estrellita fue a visitarla se puso muy contenta, pero mucho mas cuando se dio
cuenta que llevaba de compañera a su abu, para que le diera un beso de buenas
noches. Estuvimos jugando un rato en su habitación, hasta que ya cansada y
acurrucada en mis brazos, y con una suave luz que desprendía la estrella, Emma
quedó dulcemente dormida, y esa noche soñó que haría cometas con las estrellas
para jugar con todos sus amigos.
MARÍA PÉREZ
GARCÍA