En un pueblo del norte de Granada, había una antigua casa.
La gran casona le llamaban los vecinos, porque era una de las más grandes del
pueblo. Como todas, o casi todas las casas antiguas tienen su historia, y ésta
casa la tenía.
- Soy
Petra, la hija más joven de Ana y Jesús y quiero contaros la historia de mi
casa:
Hacía ya bastante tiempo en
todas las conversaciones de mis padres, sólo escuchaba hablar sobre la casa.
-Tendrá
unas ventanas grandes, para que entre la luz del sol por las mañanas y un
balcón para poder despedir el sol cuando se acueste. Tendrá un gran patio para
poder plantar geranios, rosales, margaritas, tomillo y romero con una gran
fuente de agua para poder cuidarlas y regarlas cada mañana. La casa tendrá
cuatro grandes dormitorios con sus majestuosos ventanales, para que nuestras
hijas disfruten de su espacio y puedan observar las estrellas. La casa tendrá
un salón para las reuniones familiares, una salita donde nos sentaremos en unas
bonitas sillas de aneas para charlar del día a día. La casa tendrá una gran
cocina con chimenea y hornilla, para hacer la comida sin necesidad de ir a
buscar leña, será fácil con tan solo encenderla. Tendrá un gran baño, donde ya
no será necesario el barreño de lata para bañarnos, ni ir al corral. La casa
tendrá un bajo grande donde podremos montar nuestro pequeño negocio, el cual
mejorará nuestra economía. Comentaban mis padres.
Mucho tiempo pasó para que todos esos sueños se hicieran
realidad. Cada año se iba haciendo algo para conseguirla.
- Este
año hemos hecho la estructura, este mes hemos podido poner ventanas. A ver si
el próximo podemos poner el suelo del salón. Este era el palique diario.
De esta forma mes a mes, año
tras año y con mucho esfuerzo y sacrificio de toda la familia, esta casa se
llegó a terminar.
Recuerdo cuando la estrenamos. Todo el barrio fue a verla,
aún no tenía muchos muebles, pero ya nos mudamos. Esa noche no pude ni dormir,
la emoción me embargaba. Me la pasé mirando por la ventana. Quería ver las
estrellas que parecían que querían entrar conmigo y compartir mi habitación.
Veníamos de vivir en una cueva sin ventanas, de ahí la importancia que le
dábamos. Ya no me asustaba la oscuridad, porque al apagar la luz mi habitación
se iluminaba, se habían encendido las estrellas.
Montamos un
pequeño bar de barrio y tuvo un gran éxito. Los vecinos, tanto los más
cercanos, como de todo el pueblo quedaban en nuestra pequeña taberna. Todos los
días había mucho movimiento de gente en la casa. Era un ir y venir continuo. Se
respiraba alegría. El mayor éxito vino cuando nos compramos una televisión y la
pusimos en la taberna. Fue la primera que se instaló en el barrio. Se juntaban
las familias, los niños y mayores a ver los divertidos programas que salía de
esa misteriosa caja, y sobre todo las corridas de toros. la casa estaba siempre
llena de alegría y bullicio.
Pasó el
tiempo, y este tiene la virtud o desventaja de cambiarlo todo. Mis padres se
jubilaron. El bar se cerró, el bullicio se terminó. La casa se estaba quedando
en silencio, pero todavía estaban ellos, y los abuelos tienen el don y el poder
de juntar a hijos y nietos. Aún había alegría.
Una
madrugada del mes de octubre una llamada de teléfono lo cambió todo. Mi padre
había muerto. Se fue sin decir adiós.
Mi madre quiso seguir en la casa, cuidándola, conservando y
mimando sus rosas, sus geranios, sus margaritas y enredaderas, pero la
tristeza, la soledad y la enfermedad hizo que tuviera que irse y dejar su
querida casona. La casa se quedó sola, la casa se cerró, solo quedaba el
silencio y un letrero; SE VENDE.
Pasaban los
años y nadie preguntaba por ella. Ya no quedaban margaritas, las primaveras
pasaban sin dejar el perfume de sus rosas, tan solo hierbas secas.
Un día volvió a
sonar el teléfono. Una mujer estaba interesada. La vio, la observó y tras
muchas conversaciones se quedó con ella. Allí se quedaron mis recuerdos y una
vida. Esta mujer venía de una gran ciudad y la tranquilidad del pueblo y la
gran casa le cautivó. Emprendió una nueva vida con su familia, la volvió a
llenar de luz. De nuevo un niño desde su cama descubriría las estrellas
alumbrándole en la noche. Esta mujer, emprendió un negocio que cambió el rumbo
del pequeño pueblo. Una discoteca con luces de colores y fuerte música moderna,
atrajo jóvenes y mayores de toda la comarca. De nuevo la casa era el bullicio y
la alegría del pueblo.
MARÍA PÉREZ GARCÍA 21/052024.