domingo, 26 de agosto de 2012

La sombra








LA SOMBRA.

Como todas las tardes al salir de clase vamos a una cafetería  donde Samuel y yo nos vemos para compartir nuestro tiempo libre  y repasar algunas asignaturas comunes, especialmente, historia del derecho y derecho constitucional que no son sus favoritas. Entre los dos le resulta más fácil y agradable.
 Llevamos saliendo juntos desde primero de carrera y nos hemos ayudado mucho. Terminamos éste año, ya somos abogados y hemos decidido que  la próxima primavera será nuestra boda.
Todo trascurrió como esperábamos, nuestros padres muy orgullosos, nos ayudaron a preparar la boda que tanto deseaban. Pasamos  nuestra luna de miel  en un lujoso crucero, visitando diferentes lugares de la costa mediterránea, fue precioso y muy romántico, sin duda alguna Samuel es el hombre de mi vida.
Cuando volvimos al mundo real, por suerte  nos esperaba un buen trabajo en un famoso bufete de abogados de Madrid. Teníamos expedientes importantísimos por resolver, de adulterio, de malversación, de malos tratos. Me volqué en mi trabajo porque era mi pasión, yo era una defensora de la verdad y de la ley. Pasado un tiempo empecé a sentirme orgullosa de mi misma porque todos los casos los ganaba. Mis padres estaban muy contentos con mi dedicación al trabajo porque  es lo que siempre soñaron para mí.  Mi padre estaba seguro que un día llegaría a ser jueza.
Con el tiempo, Samuel fue aceptando casos muy difíciles pero  no les dedicaba suficiente tiempo, estaba claro, se estaba relajando, yo le hacía todas las averiguaciones y le ponía el caso en bandeja. Esto se convirtió en una cruel costumbre, porque sus casos eran los míos pero él los firmaba y disfrutaba del éxito dejándome a mí fuera. Me fue arrinconando, su intención era dejarme en la cuneta, no me podía creer que yo fuera su sombra. Se las ingeniaba para no presentarme a los clientes y al final solo quedé para resolver sus casos. Mientras tanto el disfrutaba de mucho tiempo libre y me consta que se dedicaba a ir con mujeres de sospechosa índole. Con mi ayuda y otras artimañas, pronto llegó a ser juez, algo por lo que yo sueño desde que empecé mi carrera.
Me dejé atropellar por su sombra y a ser maltratada psicológicamente por ella, pienso que está por encima de mí y que sus problemas son los importantes y no los míos. Me miro en el espejo y ya no veo a esa Sofía inteligente y decidida sino a una Sofía llena de temores y miedos, ya no sé quien soy ni hacia donde voy, sólo pienso en que sus problemas se resuelvan. El nunca reconoce mi ayuda, incluso me ridiculiza algunas veces, ya no acudíamos juntos a fiestas importantes, tengo miedo a no ser aceptada. Mis padres me reprochaban cada día mi conducta, pero ellos no saben que estoy atrapada por el miedo al fracaso. Samuel cada vez me exige más, su sombra cada vez es más grande y me anula totalmente.
Una mañana de otoño, me levanté con un billete de avión bajo mi almohada, el caso  que teníamos que defender exigía viajar a Cuba, y por supuesto tenía que ir yo. Cogí mi maleta y me fui al aeropuerto a resolver su caso. Cuando llegué, por exigencia del trabajo, conocí a Álvaro, un colega de bufete. Compartimos opiniones y experiencias juntos, con él empecé a sentirme yo misma otra vez, trabajar de tu a tu sin distinciones, la distancia parecía haberme dado otra categoría. Mi estancia se alargó porque el caso así lo requería, yo no deseaba volver, estaba lejos de su sombra, ahora allí lejos de Samuel mis logros eran míos, sentía una cierta tranquilidad que estaba más allá de los hechos que se habían apoderado de mí, de algún modo me sentía fuera de esa negra mancha que me cubría, estaba en calma por primera vez en mucho tiempo. Sentía  desde lo más hondo de mí, una fuerza desconocida, empecé a verlo todo más claro y a encontrar mi lugar. Decidí no volver a Madrid, todo lo bueno que en Cuba me estaba pasando, desaparecería al tocar tierra española.
Ahora  continuo mi carrera y ascenso lejos de mis raíces, y eso a veces me pone muy triste, añoro a mis queridos padres, a los que puse en aviso de lo que me pasaba y ellos me quieren tanto que comprenden y se alegran que por fin me sienta fuera de la negra sombra de mi inseguridad.
Ahora la abogacía será como yo siempre la consideré:
El derecho, con el tiempo, se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración. Y no porque sea vengativo; sobre todo es justo.
El derecho se transforma constantemente, si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos abogado, el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

MARÍA PÉREZ GARCÍA
28/03/2012.



lunes, 25 de junio de 2012

Un paseo por el recuerdo









UN PASEO POR EL RECUERDO


 “El tiempo pasa que no te das cuenta”, decía mi madre. Ahora veo la realidad de esa frase porque los años se escapan sin poder detenerlos. De nuevo está aquí el mes de abril, y de nuevo mi cumpleaños, sumando un año más a los muchos que ya tengo. Hoy he querido celebrarlo con mis amigas tomándonos un café en casa y hablando de nuestro pasado y un poco del presente. Mi amiga Ana, siempre tan amable, me ha regalado un libro que dice que se lo han aconsejado en la librería de su barrio. Dice que es uno de los más vendidos, pero yo si te digo la verdad, no me suena de nada, aunque el título ya me llama un poco la atención. Un paseo por el recuerdo.
Cuando mis amigas se han ido, me he puesto cómoda  ahuecando  las almohadas de mi cama, y dirigiendo la luz de mi lamparita  al libro que tengo entre mis manos y que me dispongo a leer. Yo se que todos los libros al empezar suelen ser un poco aburridos, pero éste tiene algo que me llama poderosamente la atención nada más empezarlo. El libro habla de una niña de doce años que su pasión es la gimnasia rítmica, ya en el colegio es la primera en éste deporte, pero ella quiere más. Su madre la lleva todos los días a entrenar a un gimnasio cercano donde  hay un grupo de gimnastas. Pronto se hace destacar por su elegancia y la facilidad con que combina sus movimientos y el ritmo.
Su entrenadora se vuelca en ella y la prepara para competir en pequeños eventos deportivos. Siempre queda en el número uno porque la combinación del ritmo y sus movimientos son perfectos.
–¡Dios mío! Pero si ésta niña es igual a mí. Parece que están describiendo mi niñez. No podía dejar de leer porque cada vez estaba más convencida de que es mi vida la que está reflejada en este libro. Sigo leyendo con mucha curiosidad.
Sara (a pesar de su juventud) se prepara para una competición para clubes en Europa. Su esfuerzo es grande, todos los días tiene que entrenar fuerte para ser la mejor. A los pocos años su esfuerzo se vio recompensado porque ganó el campeonato Mundial de gimnasia rítmica en Budapest. Este acontecimiento le ayudó mucho a seguir esforzándose por el deporte que mas amaba, aunque esto le hacía tener una vida diferente  a cualquier otra adolescente, pero eso a ella no le importaba. Participó en otras muchas competiciones, ganando cada una de ellas. Su meta estaba en llegar a las olimpiadas y ganar una medalla de oro para su país (España).
Su especialidad era la pelota, sus movimientos se deslizaban como una pluma, la agarraba  con una elegancia y delicadeza que hacía que hubiera una relación sensual entre su cuerpo y el implemento, sus lanzamientos eran espectaculares y con pleno control.
Ya estaba preparada para enfrentarse a las olimpiadas, pero un día en el entrenamiento, su lanzamiento falló y un golpe en la cabeza le segó de pronto todas sus aspiraciones, ahora se notaba como un punto que gira a cámara lenta con un balón pesado bajo su piel.
Sara estuvo en coma seis largos meses, cuando abrió de nuevo los ojos se encontró con todas sus ilusiones fallidas. Su vida ya no era la vida que ella había escogido, tuvo que aprender de nuevo a caminar, hablar y sobre todo a sentir de otra manera. Su nueva vida tuvo que llevarla por otras laderas que fueran adecuadas a su estado actual, una parte de su cuerpo estaba paralizado.
 Pasaron cinco años de duro entrenamiento con intensas y dolorosas sesiones de rehabilitación diaria, hasta que pudo hacer que su cuerpo volviera de nuevo a funcionar, aunque ella sabía que ya no sería la misma, pero  no desistiría. Todos tenemos un sueño y ella era fiel al suyo, dedicó su vida a entrenar a niñas que tenían la misma ilusión por la gimnasia rítmica que ella y con esfuerzo y perseverancia, se convirtió en la entrenadora más famosa de gimnastas. Acudía con ellas a cada campeonato, a cada competición, hasta que por fin  se vio reflejada con una de sus alumnas en los juegos olímpicos de Atlanta, ganando la medalla de oro para su país (España).
Cuando estaba acariciando la medalla de oro, el tacto del frío metal le hizo despertar de su sueño y ver que el libro que estaba leyendo aún estaba por la primera página. Sara sonrió y dijo –  mi vida la tengo escrita en mi memoria en forma de novela, y me siento feliz de pensar que hoy en día la gimnasia rítmica es uno de los deportes más practicados entre las niñas y adolescentes, y yo estoy orgullosa de haber contribuido a ello.



MARÍA PÉREZ GARCÍA, 4/O6/2012.

La Píldora Amarga


LA PÍLDORA AMARGA
El  día promete ser caluroso, el sol se ha levantado con un leve manto que cubre sus dorados rayos,  que conforme van pasando las horas se están desperezando y apuntan a que hoy la temperatura será alta.
Yo estoy sentada en el porche de mi casa, frente a un delicioso desayuno con frutas, tostadas y por supuesto ese café que hace que empiece el día con energía. Cuando miro la taza donde he degustado ese fabuloso café, mi mente me lleva a un recuerdo lejano de cuando yo era niña.
Recuerdo aquel desayuno que mi madre me preparaba con tanto amor y cariño. Ella siempre me lo hacía así, pero en aquella ocasión con más motivo, porque yo estaba atravesando una de esas enfermedades comunes de los niños “el sarampión” creo recordar.  Yo era muy mala para tomarme mis medicinas y mi madre se las ingeniaba como podía para que yo cumpliera con las instrucciones del médico, de la mejor manera posible.
Todas las mañanas, me solía comer un plátano, porque era mi fruta preferida, y mi madre tuvo la brillante idea de meter la dichosa pastilla en el plátano. Este truco tuvo éxito un par de veces, pero nunca más, porque aún recuerdo el sabor amargo en que de pronto se convirtió esa deliciosa fruta.
Ahora tomándome mi café y mirando mi frutero comprendo por qué  nunca hay un plátano entre mis frutas preferidas.


MARÍA PÉREZ GARCÍA  3/05/2012

miércoles, 23 de mayo de 2012

Adolescencia robada

    Fran, estudiante de bellas artes, era un fanático de la fotografía. Había pensado participar en un concurso organizado por la facultad pero buscaba algo especial, lugares y situaciones fuera de lo común  Para ello  pensó en organizar una expedición a Marruecos con uno de sus mejores amigos.  Ese sería un lugar donde se podrían captar imágenes muy especiales,  y a la vez involucrarse en su cultura.
    Llegaron a Tánger  e instalaron su tienda de campaña cerca de una aldea. Los dos  se quedaron muy asombrados cuando vieron a los niños  acercarse a ellos para estrecharles  la mano, a la vez que pedían alguna moneda o regalo. Parecía que aquellos niños sucios y de ropa vieja, disfrutaban de su presencia. Fran y su amigo pronto entablaron conversación con la gente de esta pequeña aldea, y pudieron comprobar que eran muy pobres pero que tenían un corazón tan grande como el desierto. Lo poco que tenía lo ofrecían, y lo más valioso para ellos era su famoso té.
    Alim, vivía en una de esas tiendas con su hija Zakia de trece años. Una tarde invitaron a Fran al ritual del té, y éste  pudo comprobar cómo carecían de cosas, que a nosotros nos parecen imprescindibles. Ellos solo tenía unas mantas  en el suelo y una simple cocina para calentar el agua del té, pero ofrecían lo poco que tenía hoy, sin saber lo que iban a tener mañana.
   Zakia era una niña muy alegre y le gustaba conocer todo lo nuevo que pasaba a su alrededor, tenía un alma aventurera que ocupaba el primer plano de su personalidad.
   Al día siguiente de tomar un fabuloso té Fran obsequió a Zakia con una misteriosa cajita cerrada para que la abriera cuando llegara a casa.  Zakia  llena de curiosidad, corrió a su casa para abrir esa cajita. En ella iba una bonita fotografía suya, y una nota invitándola a que lo acompañara a captar el encanto del desierto al atardecer y el embrujo de su aldea.
    La tarde estaba cayendo, la luz era suave y misteriosa, Zakia salió para reunirse con él, pero algo interrumpió su camino, una mano fuerte la arrastró y la llevó a un desolador camino donde fue despojada de su pobre ropa, maltratada y violada. No podía creer lo que le estaba pasando, ella    sabía que su vida  se  había acabado. Cuando llegó a casa su padre la esperaba.  Pronto supo que tenía que buscar al violador  y casarla con él, porque eso era una “mancha” demasiado grande para el honor de  la familia.
    Abbud, era treinta años mayor que ella, pero eso no importaba, ella nada tenía que hacer ni que decir. Su padre se la ofreció a su violador sin pensar en nada más que en su honor:
-  ¿Es necesario que me venda a mi violador? Dijo Zakia con lágrimas en los ojos.
- Hija sabes que ésta es la única solución para la desgracia que ha caído en la familia.
Zakia fue arrancada de su casa para llevarla a los brazos de ese malvado hombre que le arrebató  su niñez. Ella no lo pudo soportar y a los pocos días se suicidó.
Fran, nunca olvidaría cómo aquella nota en una preciosa cajita cambió la vida de esta pobre niña, y también la suya, porque vio  la injusticia de una cultura que nunca podría entender.
Fran volvió con una buena cartera  de espectaculares imágenes del desierto y de sus gentes. Ganó el primer premio, pero en su mente  quedaba  la imagen más preciada para él, la de aquella niña llena de vida, que una tarde, le arrebataron su niñez y su vida con ella. Desde entonces Fran acompaña sus fotos de noticias como esa, para concienciar al mundo de la necesidad de luchar por los derechos humanos.




MARÍA PÉREZ GARCÍA.  20/05/2012

viernes, 27 de abril de 2012

Los Pájaros Liberadores






PÁJAROS LIBERADORES
    En la calle hace frío y está nevando, pero el deseo de salir a pasear es más intenso que el frío. La puerta está abierta,  cojo  el chal y los guantes y me dispongo a satisfacer esa necesidad que siento. Caminando, mis pies me han llevado a mi lugar favorito, la estación de tren. Me encanta estar ahí. Me gusta observar a las personas con esas caras de alegría cuando llegan sus familiares o amigos, o de desilusión cuando éstos no llegan. Sentada en el andén en un banco vacío observo el ir y venir de las personas, cómo cada una de ellas lleva en su mente sus propias preocupaciones e inquietudes. Hace ya unos años allí dejé yo las mías.
      La noche está cayendo, siento frío, me arropo con mi negro chal y me acerco a un vagón de tren que acaba de llegar. Casi sin darme cuenta me veo en un asiento cercano a la ventana. Yo me encuentro muy cómoda y confortable allí, miro alrededor y veo a familias con sus hijos, a jóvenes que hablan entre ellos y me sonríen cuando  los miro, parece que lo estoy viendo a él con su impecable uniforme y su petate. Siempre con esa agradable sonrisa en su rostro. El tren se pone en marcha y  siento una enorme satisfacción, no me quiero perder ni un detalle de todo lo que pasa fuera de este tren, los paisajes, las ardillas subiéndose en los árboles, que ya parecen algodones de feria por su leve capa de nieve que los cubre. Pero de pronto algo  interrumpe éste espectacular  paisaje, unos enormes pájaros negros me siguen a través del ventanal del tren, yo intento ignorarlos pero ellos me miran fijamente y parecen que gritan mi nombre. Nadie parece fijarse en ellos.
    El tren llega a la próxima estación, pero está vacía, no hay pasajeros esperando, ni nadie baja, pero yo puedo ver que él está esperándome y que me llama con una dulce voz, él me hace señales con su mano, intento bajarme pero las puertas no se abren, pero sí pude ver como los pájaros negros le están atacando, mientras él me llama desesperadamente. No pude dejar de pensar que de nuevo podría perderle, no me lo podía permitir. Nadie en ese vagón parecía oír mis gritos de desesperación por salir de allí, todos estaban muy ocupados pensando en su propio mundo y en sus preocupaciones, todos tenían caras y miradas de indiferencia.
    En la siguiente estación me bajé, no había mucha distancia entre las dos pero el frío y la nieve ya eran bastante penetrantes y mi caminar se hacía lento y pesado, pero yo tenía que llegar a esa estación, él estaba allí esperándome. Cuando estaba caminando, un coche se paró a mi altura y su conductor me preguntó si me podía ayudar. Con mucho gusto acepte su ayuda. Juan (así se llamaba el conductor) y yo pronto establecimos una amena conversación, le estaba contando lo que me pasaba y por lo que quería volver a esa estación. Pude comprobar que éste me estaba mirando un poco extrañado, me decía que esa estación llevaba ya mucho tiempo cerrada y que allí no había nadie, yo no quería hacerle caso, aunque él me insistía que no fuera allí.
Cuando llegamos me bajé del coche y me dirigí a toda prisa a encontrarme de nuevo con él. Pero el tiempo y las casualidades iban en mi contra, corrí hacia él, pero de nada me sirvió porque esos enormes pájaros revoloteaban a su lado y no me permitían acercarme, el me extendía la mano y me llamaba. De pronto sentí una fría mano en mi hombro y un ardiente pinchazo en mi piel.
    Cuando abrí los ojos vi a la madre María acariciándome el pelo al lado de mi cama, llamándome y preguntándome que como había dormido. Pronto pude comprobar que de nuevo estaba en la cruel realidad, entre aquellos grandes ventanales y rodeada de personas con miradas vacías y tristes. Miro por la ventana pero ésta está empañada por el frío helador de la noche, sin embargo allí estaban, esos pájaros negros seguían a mi acecho.
     Pronto comprendí que esa noche era la definitiva, por fin llegaría hasta él.
Me siento cansada, débil, casi no puedo oír los latidos de mi corazón, tic…tic...tic…tic tiiiiiiiiiiiiii.

MARÍA PÉREZ GARCÍA.
19/03/2012