Si muero
dejar mi balcón abierto.
El salpicar de la fuente
desde mi habitación lo veo.
El tic-tac del reloj en el campanario
desde mi habitación lo siento.
Si muero
dejar mi balcón abierto.
martes, 18 de febrero de 2020
domingo, 16 de febrero de 2020
EL RELOJ DEL CORAZÓN
Las horas pasan tan despacio que parece que el reloj anda hacia atrás. Éste lleva conmigo toda una vida. Lo llevo en el bolsillo de mi chaqueta porque anda como mi corazón, según me ve de ánimos así marca las horas. El tiempo es tan relativo que no lo podemos medir de la misma forma. Se mide según nuestro ánimo, el mío está ahora eufórico porque llega el momento de mi cita.
Ya lo tengo todo preparado, llevo mi impecable camisa blanca y la corbata que ella me regaló. Aún recuerdo ese día. Fue mi cumpleaños. Preparamos una romántica cena. Esa noche todo fue perfecto. Estábamos muy enamorados. Fue la mujer de mi vida desde que la vi en aquel parque cubierto de hojas caídas por el frío.
El tiempo ha pasado. Ya no estamos juntos. Se la llevó una cruel enfermedad, se fue de la vida de todos, pero no de la mía. Ella sigue viviendo en mi corazón y alumbrando la penumbra de mi soledad. Tengo una ilusión que me hace pasar el tiempo.
Cada cinco de diciembre a las cinco de la tarde, tenemos una cita en el mismo banco del parque donde nos conocimos. Esto parece una locura. A nadie se lo puedo contar, es por esa razón por la que el silencio reina en mí. Soy feliz a la espera de mi cita.
Hoy es el día. Todo lo tengo preparado, solo espero el momento. Estoy en el parque y me dirijo hacia el banco.
-Ya estoy aquí querida. Pensé.
La veo venir y me pongo de pie, miro el reloj y veo que su puntualidad es impecable. Son las cinco en punto. Rápido me vuelvo a sentar, las piernas ya me fallan. Vuelvo a mirar el reloj y este maldito, marca las siete.
Ahora ha corrido. Ha sido un viaje con ella al futuro. Creo que ya el próximo año me levantaré al verla, pero ya no me volveré a sentar. Entonces se pararán las agujas de este reloj del corazón, y los dos seguiremos cogidos de la mano a donde el destino nos quiera llevar, pero ya unidos para siempre.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
martes, 5 de noviembre de 2019
EL ÚLTIMO BESO
Dibujos en el cielo que el aire mueve a su antojo. Figuras
que se esfuman con el movimiento de las nubes. Así se fue ella. A mi madre se
la llevó el viento dejando una estela en el cielo.
Su enfermedad le impedía mostrar o decir lo que pensaba,
pero ella sabía bien lo que a su alrededor estaba pasando. Se sentía querida,
amada y protegida, sus hijas le daban todo lo que ella en esos momentos
necesitaba. Hasta que una tarde sintió en sus mejillas un cálido beso.
Presentía que era el último. Aquella tarde partía un avión y de nuevo se llevaría
parte de su vida.
Esta vez no será así, yo me iré también, pensó. Y así fue,
cuando el ruido ensordecedor de unos motores rugiendo, y las pesadas ruedas
dejan de pisar la tierra, tu alma se eleva, te integras en el viento, te
vuelves tempestad, te haces vulnerable en el aire. Eso hizo mi madre, se fue
con el viento detrás de un sueño que ya nunca dejaría escapar.
Ahora cuando miro el cielo, pienso que ella está ahí, que
te guía, que te indica que te anima y te orienta, lo mismo que hace la veleta.
Te dice el camino. El mío lo busco en las estrellas, en el viento, allí donde
ella se fue.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
martes, 22 de octubre de 2019
EL TREN DEL PROGRESO
Mi niñez la recuerdo junto a un río limpio y cristalino.
Con unos amigos que jugábamos sin temor en las calles. En los correntales de
éste pescábamos cangrejos, peces y nos entreteníamos jugando y pillando
renacuajos. Había mucha vida en esas claras aguas. No había bolsas ni basura
que lo ensuciaran.
Recuerdo cuando llegó el hombre que recogía la basura.
Matías se llamaba. Los niños hasta nos reíamos del él porque llevaba un mulo y
un carro para recogerla. Nadie entendía para que quería el pueblo ese servicio.
-Qué tontería, el
ayuntamiento no sabe donde echar el dinero. Comentaban los corros del pueblo.
La verdad es que no había basura que recoger. Todo era reciclado y aprovechado,
las patatas pequeñas para los animales, las mondas de éstas también los
desperdicios de las frutas iban al corral para que las gallinas se las comieran
y pusieran buenos huevos. Cuando íbamos a la tienda a comprar era con la
capaza. Todo era a granel o envuelto en papel de estraza.
El lechero pasaba por las casas para repartir la leche de sus vacas. Recuerdo cuando cada mañana llegaba a la puerta de casa y salía con mi cazo para que él me echara un litro o medio, según la necesidad del día.
El lechero pasaba por las casas para repartir la leche de sus vacas. Recuerdo cuando cada mañana llegaba a la puerta de casa y salía con mi cazo para que él me echara un litro o medio, según la necesidad del día.
Poco a poco fue llegando el tren del progreso. Todo estaba
cambiando y muy rápido, ya no necesitaba llevar la capaza para los mandados. Ya
te daban bolsas. A mí me gustó este cambio porque no me gustaba nada dicho
recipiente, la bolsa estaba mucho mejor.
Los fideos, el azúcar, el arroz, la sal y muchas cosas mas
ya venían en envases. Nos encantaba ir a la tienda y verlo todo envasado. Era
mucho mas cómodo.
Pronto a Matías se le quedó pequeño su carro y su mula. Ya
era una necesidad que alguien se llevara todo lo que en las casas se tiraba.
Llegó el progreso y con el los problemas de contaminación,
este tren pasó por todos los lugares y personas y todos nos montamos en él.
Ahora ya es difícil bajarse y volver a la capaza, a las cosas a granel, al
papel de estraza. Ya el río no es cristalino, no tiene peces, ni cangrejos ni
renacuajos con los que jugar. El triste silencio de las noches de verano sin
escuchar el croar de las ranas hace daño a los oídos que una vez los
escucharon.
Cambiar será difícil porque es mas cómodo, pero si no
frenamos este tren nos llevará a estrellarnos y ahogarnos en nuestra propia
basura.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
sábado, 5 de octubre de 2019
LA AVENTURA DE LUNA
Soy miembro de una familia de tres hermanos y yo cuatro. Nacimos un 24 de septiembre por la tarde en el jardín de la casa, debajo de un bonito rosal. Aquella noche se desató una gran tormenta, el agua ya la teníamos casi al cuello. Mi madre no sabía ya que hacer para protegernos. Pronto vimos aparecer la dueña de la casa que nos dio cobijo dentro. Desde esa noche siempre nos hemos sentido protegidos por ella. Éramos cuatro lindos gatitos y mamá gata. Todos en casa estaban muy contentos con nosotros. Éramos muy graciosos y juguetones, en el campo nos lo pasábamos muy bien y estábamos muy felices.
Llegó la hora de volver a la
casa del pueblo y nuestra dueña decidió llevarnos con ellos. Estaba contenta
con todos nosotros, pero ya empezaba a pensar que éramos muchos para estar en
casa. Cuando empezamos a comer por nosotros mismo, aunque aún necesitábamos la
leche de nuestra madre, nuestra dueña decidió repartirnos entre la familia.
Llegó la primera candidata a
elegir gatito, y claro yo era la mas bonita de todas mis hermanas, así es que
me tocó salir la primera del nido materno. No me gustó nada, no quería
separarme de mi madre ni de mis hermanas, pero la verdad es que al principio me
gustó y salí tan contenta. Tengo alma de aventurera y pensé que viviría una
aventura.
Cuando llegué a mi nuevo hogar todo estaba
preparado para recibirme. Una bonita cama de gatito, con unas suaves mantitas,
comida muy buena y mucho mimo y cariño. Pensé que había tenido suerte, pero en
el fondo yo necesitaba mis hermanas y mi madre. Pronto me volví arisca, no
soportaba que me tocaran, que me mimaran y mucho menos que me tomaran como si
yo fuera una bebé. Eso no lo quería. Siempre estaba con las uñas sacadas y
enfadada. Para colmo me llevaron a un sitio donde siempre me hacían daño,
siempre me pinchaban o me daban algo feísimo por la boca. Parece que se llama
veterinario, pues yo lo odiaba. Por cierto, me pusieron de nombre Luna. Bueno
un nombre muy común entre nosotros los gatos. Me gusta, de eso no tengo nada
que decir. Mis hermanas se llaman Nea, Aria y el gatito que es Colillo.
Todos los días eran iguales,
siempre en casa sin nada que hacer. Yo quería salir a la calle, jugar, correr
con otros gatitos, quería ir con mis hermanos. Un día decidieron juntarnos de
nuevo a todos, porque la verdad es que yo no paraba de maullar y maullar, mi
nueva dueña tenía mucha paciencia conmigo, lo reconozco. Aquel día que fuimos
todos juntos al campo, yo me asusté mucho, ya no los conocía, les quería pegar,
arañar y salir de allí corriendo. Ya nada era igual.
Todas las noches me sacaban a pasear aprovechando que ellos
sacaban la basura, pero una noche los despisté y me fui. Estuve andando y
andando sin parar, no sé hasta donde llegaría, pero yo quería investigar,
quería ver mas cosas. Al día siguiente me lo pasé muy bien. Vi otros gatos, intenté
jugar con ellos, pero me pegaban. Bueno, no me conocen, pensé.
Pasaron varios días y ya la
aventura no me gustaba tanto, tenía hambre y no tenía mi comida, ni mi agua, ni
mi cómoda camita para dormir. Ya no me gusta mi nueva situación. Tuve que
luchar para pillar algo de comida, me acerqué a casas donde lo único que
recibía eran escobazos, los perros me perseguían, incluso más de uno me alcanzó
con sus dientes y estuve bastante malita. No tenía consuelo de nada ni nadie.
Tuve que cazar ratones, que asco, y comérmelos. Pasé mucha hambre y muchas
calamidades, también malos tratos entre los propios gatos y de personas. Gracias
a mi mal genio he podido sobrevivir.
Se que mi dueña estaba desconsolada por mi desaparición, me
buscó por todas partes, puso letreros con mi foto por todo el barrio, y en ese
sitio donde tanto me pinchaban, el veterinario, pero nadie daba respuesta.
Parece que me fui muy lejos.
Pasaron los meses y yo seguía
en la calle viviendo de la caridad de algunas personas que nos echaban los
desperdicios de sus comidas. Mi dueña había perdido toda esperanza de
encontrarme. Eran ya casi 12 meses. Yo estaba enferma, sucia y desnutrida, pero
un día la persona que se acercaba a echarnos un poco de comida se quedó
mirándome y creo que me reconoció por la foto del veterinario. Esa persona
llamó al número de teléfono diciendo que pensaba que había visto ese gato,
aunque solo se parecía un poco. Era la víspera del día de Navidad. Al recibir
esa llamada, todos se pusieron muy contentos, aunque ya habían recibido más de
una falsa llamada. Pero toda la familia fue a ver si yo era realmente luna. La
persona que llamó era una conocida. Tenían esperanza. Mi dueña me reconoció
enseguida, no lo dudó y se acercó a mi y yo muy noblemente me dejé coger, ya
nada me importaba, estaba muy mal. Aunque creí notar su mano amiga. Su olor me
era muy familiar. Me llevó a casa. Ya sabía que había vuelto a mi hogar. Estaba
feliz, había vuelto por Navidad. Lo primero que hizo fue darme un baño que yo
agradecí. Ya me parecía mas a Luna. Todos estaban contentos. ¡Luna ha vuelto!
Me volvió a llevar al veterinario para comprobar por medio
de un chic que llevaba puesto que realmente era yo. Se lo confirmaron. Por fin
en casa. Nunca mas me volvería a ir.
Desde entonces estoy feliz y
contenta en mi hogar. Aquí me quieren, me miman, tengo mi cama, mi comida, y a mi familia.
Ya no quiero aventuras, quiero mi hogar dulce hogar.
Todos los miembros de mi familia tienen una historia que contar, empezando por mi mamá. Sus comienzos fueron bastantes difíciles y peculiares. Seguiré con las historias de mi familia gatuna.
Todos los miembros de mi familia tienen una historia que contar, empezando por mi mamá. Sus comienzos fueron bastantes difíciles y peculiares. Seguiré con las historias de mi familia gatuna.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
sábado, 27 de julio de 2019
LA SARDINILLA AZULITA
Debajo de esas aguas cristalinas que podemos ver en el mar,
hay un sinfín de animalitos que los humanos desconocemos. Cada uno disfrutando
de sus vidas y sus aventuras en el mundo submarino. Hay un grupo de pececitos
que van siempre juntos a todas partes. Son las sardinas y a eso se le llama
banco de peces. Van siempre unidas a todos sitios, al cole, a dar un paseo, a
comer, a las fiestas. Todo esto está muy bien, pero hay un inconveniente, y es
que son muy llamativas para sus depredadores. Se ven mucho.
Una tarde estaban paseando y de pronto muchas gaviotas se
lanzaron a por ellas. Tenían hambre y querían comer. Todas las gaviotas
cogieron una, pero la gaviota violeta, no se comió la suya. Viajó con ella en
su pico y llegó a un lugar donde todo era de hielo. Violeta estaba salvando a
las sardinas y las llevaba a un lugar seguro donde nadie les haría daño, y así
serian felices.
La sardina Lola era la mayor de todas, y salió a saludarla.
Veía poco, pero percibió que era una joven sardinilla asustada. Le dijo que no
se preocupara que había llegado al lugar perfecto. Azulita, que así se llamaba
la sardinilla, estaba muy asustada, tenía miedo y mucho frío. Lola le dijo que
sus compañeras la estaban esperando. Fue a saludarlas y todas le hicieron una
gran bienvenida, pero azulita seguía triste y con frío. Lola pensó que entre
tosas le harían una gran fiesta y de esa manera se animaría. Pero no sabían que
hacer, así es que preguntaron al hada de hielo y ésta, muy contenta los animó
hacer una fiesta de disfraces. Todas se disfrazarían de flores. De esta forma
daría color y calor a la ciudad.
Se pusieron muy contentas y cuando llegó el momento, el
hada mágica cogió su barita y a todas les puso un bonito disfraz de llamativas
flores.
Lola era una preciosa rosa, azulita una gran margarita con
sus pétalos amarillos y sus labios rojos. Ella se veía guapa. Había infinidad
de flores, rosas de todos los colores, claveles, azucenas, tulipanes, un mar
lleno de color entre tanto hielo blanco.
Pasó la fiesta y todos lo pasaron muy bien, pero al cabo de
unos días azulita lloraba, echaba de menos el mar, nadar entre todos los peces,
ver el fondo marino. Necesitaba nadar. Todas sus compañeras decían lo mismo,
que necesitaban el agua y mover sus colitas entre las algas marinas. Lola a
pesar de ser la mas antigua y acostumbrada al hielo, en el fondo también echaba
de menos el mar.
Hubo una junta de todas las sardinas y decidieron hablar con
su hada mágica y contarle sus problemas. Cuando se reunieron y le contaron lo
que pensaban, esta que era muy buena, cogió su barita mágica y convirtió todo
el lugar de hielo en agua, convirtiéndose así en un gran océano donde todas las
sardinas fueron felices volviendo al lugar de donde procedían, pero se llevaron
con ellas a su hada, que se convirtió en el hada mágica de los mares,
librándolas a todas de cualquier peligro.
COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
viernes, 26 de julio de 2019
LA IMPORTANCIA DE UN ABUELO PARA UN NIÑO
Habían pasado muchos años y Josefa aún recordaba las tardes
de conversación y vivencias que el abuelo tenía con sus hijas. Ella sabía que
los valores que le inculcaba estarían siempre presentes en sus vidas. Aquellas
tardes en que ella se iba, pero con la tranquilidad de que el abuelo estaba
allí. Sabía que el amor que sentía por sus nietas eran igual que si fuesen sus
propias hijas. Así es que todo ese amor sin duda beneficiaría a sus hijas que
como todos los niño/as necesitan sentirse valoradas y queridas.
El abuelo era un hombre sabio (como todos los abuelos) y
les daba lecciones de vida cada día a su hija y sus nietas. Las nietas le
querían mucho. Les gustaba que les contara historias de su vida. Una vida muy
diferente a la que hoy se vive. Les contaba que no fue nada fácil, con una
media sonrisa, pero al fin y al cabo es que la vida nunca lo es.
- Abuelo,
¿tú no tenías un móvil?
No hija no, eso no sabíamos lo que era. Esas cosas las
tenéis ahora, y lo veis muy normal. Cuando yo era joven no teníamos ni
teléfono. Pensábamos que llegaría el día en que se podría hablar con las
personas que están muy lejos. También nos llegaba algunas veces la idea de que
en un futuro muy muy lejano también podrían verse. Aquello era ciencia ficción.
Ahora me he adaptado a el y a las redes sociales, porque si no, no estoy a
vuestra altura.
Las nietas con unos ojitos muy abiertos escuchaban muy
atentas al abuelo, que seguía contestando sus inocentes e interesantes
preguntas.
- Mi
mamá y mi papá están siempre hablando por teléfono. ¿Cómo hablabas tu con la
abuela?
Yo conocí a tu abuela en un baile del barrio. Se celebraba
la festividad de s. Isidro y todos los vecinos y demás chicos del pueblo se
acercaban al barrio para bailar y conocer a las muchachas. A dicho baile las
chicas no podían ir solas. Tenían que ir acompañadas de sus padres, y si
querías bailar con ellas les tenías que pedir permiso a ellos. Si te veían con
buenas intenciones entonces te dejaban bailar con su hija. El respeto siempre
tiene que ir por delante de una persona. Vuestra abuela era la mas bonita de la
fiesta. Cuando la vi ya supe que la quería. Bailamos juntos y hablamos mucho,
pero siempre bajo la mirada de sus padres. Desde aquel día no dejamos de
hablarnos, pero siempre de cara, nunca a través de ningún teléfono. Nos conocíamos
muy bien. A veces nos quedábamos callados, con la mirada perdida a través de la
ventana. Nos preguntábamos que sería lo que estábamos pensando, pero como han
sido muchas las historias vividas y contadas, ya nos lo podíamos imaginar, y
ahí estábamos el uno y el otro para apoyarnos.
Yo ahora veo que os
juntáis los amigos y cada uno tiene un teléfono en la mano y están hablando o
escribiendo en él. Tanta comunicación y sin nada que decir. Los amigos o las
parejas ya no hablan de ningún tema interesante, solo a través del móvil. Es lo
que tenemos que pagar por el progreso y la tecnología.
- ¿Quién
te llevaba a ti al cole? Mi mamá y mi papá trabajan y tu nos tienes que
acompañar. ¿Tus abuelitos te llevaba a ti?
Noo, mis abuelitos trabajaban en el campo, al igual que mis
padres. Yo no podía ir al cole porque no había todos los días. Cuando había ya
me encargaba yo de ir solito, si es que me dejaban ir. Entonces no había ni
coches ni grandes distancias. Ahora las distancias son muy grandes y mucha
gente. No te puedes fiar de nadie. Los niños tenéis que ir acompañados. Otro
fenómeno del progreso.
- Abuelo,
queremos agradecerte los ratos de compañía pasados contigo. Las historias que
nos cuentas y la labor que haces con nosotros. Tenemos mucho que aprender, pero
tu nos enseñas la realidad de la vida, la importancia de los valores humanos y
como ser sobre todo y ante todo buenas personas. GRACIAS ABUELO.
El abuelo ante estas palabras inesperadas de sus nietas, no
pudo mas que emocionarse y abrirles sus brazos y fundirse en un cálido y sincero
abrazo de abuelo y nietas.
PD. La importancia de un abuelo para un niño. El niño
madura, el abuelo recuerda y vive de nuevo sus infancia y juventud alejando la
soledad. Los nietos piensan que siempre hacen el mejor equipo.
MARÍA PÉREZ
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