miércoles, 20 de diciembre de 2017
FELIZ NAVIDAD PARA TODOS
Se acerca la Navidad y me gustaría felicitarsela a todos mis amigos. Los que nos vemos a diario y con los que estamos en contacto por las redes sociales.
A todos os deseo lo mejor. La Navidad empieza con el sonido de los niños cantando la lotería. Os deseo que os toque, porque parece que lo mas importante es el dinero, aunque las cosas mas sencillas y las que tenemos a mano son las que nos hacen mas felices.
El día de Navidad es estar en compañía de los que mas queremos. Disfrutemos de lo que nos rodea y de la familia, pilar importante en nuestra vida. Padres, madres,hijos nietos hermanos, todos rodeados a la mesa de Navidad y al calor hogareño de ese día. Los que ya no están con nosotros siempre los tenemos presentes en nuestros corazones ocupando su lugar y manteniéndolos vivos.
Tambien se nos va el año, y con el algunos proyectos inacabados y algunas ilusiones. Pero ahí llega el nuevo año con mucha fuerza e ilusión. Le pediremos que nos deje seguir viviendo en paz con el mundo y que nos de fuerzas y energia para combatir los temporales que se puedan avecinar.
Las fiestas terminan con la llegada de los reyes, noche mágica y de ilusión. Aquí dejamos correr nuestra fantasia porque es la noche de la magia y los niños son los protagonista en esta función.
A los reyers les pediria que ningún niño se quede sin su juguete. Que sigan siendo niños mientras les pertenezca, que nadie les robe su niñez y su inocencia .
Para los mayores aparte de pedirles salud, les pediría el mejor regalo, el mas original, ya que ninguno es igual y es único, y es el tiempo. Tener tiempo para dedicarselo al que mas te necesita y que mas quieres, porque el tiempo pasa y nunca vuelve. Cuando a una persona le regalas tu tiempo le regalas lo mejor de ti. Tu presencia y tu persona.
FELICES FIESTAS.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
miércoles, 13 de diciembre de 2017
EL HADA MÁGICA
Había una vez un hada mágica que le gustaba mucho los niños y
sobre todo los mas pequeños. Ella vivía en un bosque muy bonito rodeada de
luces de colores y alegres animalitos como pájaros, ardillas, conejos y muchos más.
El hada
mágica sabía cuando era el cumpleaños de todos los niños, le gustaba hacerle
una visita a cada uno en ese día tan importante.
Hoy es el cumpleaños de Emma, una niña que cumple dos
preciosos añitos, y como es pequeña y preciosa, el hada mágica ha decidido
celebrarlo con ella, pero de una forma muy especial. Ningún niño ni adulto
podrán verla, pero si sentir su magia.
Cuando todos estaban en la mesa disfrutando de una bonita
tarta de cumpleaños, de pronto apareció un pequeño árbol de navidad cargado de regalos, dulces y caramelos.
- ¿Quien ha
puesto este árbol aquí? Preguntó Matilda.
-No lo
sabemos, respondió Emma, pero está lleno de chucherías y regalos. Miremos a ver
que tiene.
Todos los niños querían acercarse.
Sus llamativos colores y su alegría les transmitían curiosidad. Hasta Marcos,
el niño más pequeño del cumpleaños, quiso acercarse y tocarle.
Cuando estaban cerca del árbol, sus ramas se movieron como invitando a que se
acercaran a él y cogieran sus alegres y deliciosos regalos. Había golosinas para todos. Los niños disfrutaron mucho de ese momento. Poco a Poco fue
despojado de su carga y el árbol fue desapareciendo mágicamente.
Y así de esta forma es como el hada
mágica estaba en el cumpleaños de Emma, transmitiendo alegría y cariñosos abrazos
entre ellos, porque no hay nada mas bonito que compartir los buenos momentos
con tus amiguitos.
FELIZ CUMPLEAÑOS EMMA.
MARÍA PÉREZ
GARCÍA.
lunes, 11 de diciembre de 2017
SUMIDA POR UN ENGAÑO
Aquella noche Irene quedó liberada de lo que fue una vida de
engaño y sacrificio. Decía adiós a la persona con la que un día se unió y pensó
que sería para siempre. Cuando se casó con Andrés estaba tan enamorada que podrían
solucionar todos los problemas que vinieran.
Al poco tiempo de casados, empezó a
notar que el sueldo que Andrés debería traer a casa no llegaba, aunque él si se
iba a diario a trabajar. Con el sueldo de ella cubría los gastos de su hogar.
Al poco
tiempo quedó embarazada. La alegría en la pareja era infinita, pero Irene a los
dos meses empezó a sentirse mal y a sangrar. Su hijo corría peligro, pero todo
se podría solucionar con reposo absoluto.
Así fue.
Irene se quedó en casa y Andrés se fue a trabajar, pero el dinero seguía sin
llegar. Pidió explicaciones, pero éste nunca se las dio.
Pasaron los meses y el casero no les
daba ya más plazo para pagar el alquiler. Con lo poco que le daban por su baja,
mal comían, pero para pagar luz y alquiler no llegaba.
Pronto se
vieron en la calle sin un techo que les cobijara. Se tuvieron que trasladar al
pueblo cercano de Andrés, donde su madre les dio cobijo. Irene nunca esperaba
que su madre política la trataría tan mal. Le decía que era una mal criada y
que el pobre de su hijo tenía que trabajar para mantenerla.
-Todas las
mujeres han estado embarazadas y han trabajado. Levántate y trabaja. Le decía la
suegra.
Tuvo que
levantarse y trabajar como sirvienta en una casa de unos ricos señores. Allí
trabajó cocinando y fregando suelos, hasta que un día un intenso dolor y un rio
de sangre bajó por sus piernas. Se dio cuenta que su hijo se desprendía de ella
sin vida.
¡Así
fue como perdió lo único que le importaba!
Andrés la culpaba por perderlo y decía que era
una mala madre. Ella lloraba de dolor e impotencia. Pero hasta eso lo tenía
prohibido.
-No llores
tanto y trabaja más, ya tendrás otros. No gastes más lagrimas.
- ¡Quiero
gastarlas! ¡Son mis lágrimas y las gastaré si quiero!
Cuando Irene se recuperó pensó en
seguir a Andrés y averiguar algo de su oscura y doble vida. Descubrió que era
un traficante de drogas y que el dinero que cobraba se lo gastaba en juegos y
mujeres, nada para su casa. Con lágrimas en los ojos pensó que algo tenía que
hacer y terminar con todo aquello de una vez. Se fue a comisaría y lo denunció.
Y fue aquella noche cuando en plena
cena llegó la policía y se llevó preso Andrés. Su madre lloraba al ver a su
hijo esposado y conducido a la cárcel. Entonces Irene dijo:
-No llores
tanto que tu hijo seguirá vivo.
-Tu eres la
que ahora tendrías que llorar.
-Ya le dije
que son mis lágrimas y que las gastaré si quiero, y éste no es el momento.
Cogió sus cosas y se fue lejos de aquella casa
y de aquella familia.
MARÍA PÉREZ
GARCÍA
miércoles, 8 de noviembre de 2017
RECUERDOS DE MI NIÑEZ
RECUERDOS DE MI
NIÑEZ
Soy una
mujer de 56 años de edad. Nací en un pueblo pequeño de la provincia de Granada
llamado Castilléjar. Muchas veces mis hijas me han preguntado que por qué no
escribo algo sobre mi niñez, porque, aunque parezca extraño, en estos cincuenta
y seis años la vida ha cambiado mucho. Muchas cosas de las que eran muy comunes
en mi niñez, ahora se ven como prehistórico. He pensado que ya que voy a contar
algo sobre esa época también lo haré en la jerga que se hablaba entonces en mi pueblo.
Yo era una
niña que según mi madre parece que tenía azogue, estaba siempre de un lado para
otro sin parar. Recuerdo la macoca que me dio un día porque jugando di un
traspajazo y esturreé todo lo que tenía el baleo. En ese momento di un rabotazo
y mi madre me dijo que parecía una pajuata, que mirara bien donde pisaba. Pero
la macoca me la llevé.
Me salí a la
calle y me fui al laero que había capota para coger y a mí me gustaba cogerla,
venderla y ganarme unas perrillas para después ir a comprarme una jícara de
chocolate. Entonces los chocolates tan solo nos daban cuando estábamos
enfermos, como premio por tomarnos la amarga medicina, y yo como me gustaban me
las ingeniaba para ganar perras y no tener que pedírselas a mi madre. Un día mi
amiga y yo nos fuimos a unos barrancos en busca de más capota, (se acercaba la
feria y necesitábamos dinero) y nos perdimos porque de una boja salió una bicha
fea de grande. Tanto corrimos que nos efarriamos laero abajo. Nuestro aspecto
ejalichao llamó la atención de unos zagales que estaban jugando con los perros.
Para reírse de nosotras nos lo futaron y tuvimos que salir ascape de
allí, pero gracias a una mujer que salió con su gallá y los pudo espantar.
-¡tuuba, deja las zagalas!.
Cuando
llegué a mi casa mi madre estaba enfolliná porque no sabía dónde me había ido.
Yo que seguía asustada me esjaznaté llorando y mi madre me dio un cálido abrazo
y un pedazo de pan con una buena engañifa por dentro. Cuando me la comí, y ya
me tranquilicé me entró una galbana que no podía tirar de mi cuerpo serrano,
pero mi madre seguía diciéndome que mi amiga y yo éramos dos lipendas buenas y
que tendría que recortarnos el ranzal.
Como nuestra
cueva estaba cerca del río, me gustaba irme a jugar con todos los demás niños y
niñas del barrio, en la siesta. Mi madre no quería que a esas horas yo me fuera
porque decía que iba a pillar un ojosol y me pondría enferma. Ella hacía que me
acostara y atrancaba la puerta con el tarugo para que no me fuera, pero cuando
se descuidaba, me iba al río. Aunque yo me preocupaba de no pillar un torazón
poniéndome un moquero con nudos en la cabeza. Mis amigas no hacían nada más que
guiscarme y yo terminaba por quitármelo. Recuerdo un día caluroso de verano que
me dio un faratute y mis compañeros me dieron agua del jarro que guardaba mi
padre en la barja. Como la barja estaba al sol y el agua dentro, cuando yo me
la bebí, al rato me dio una cagueta que me iba de varetas. Al final mi madre me
prohibió irme con mis amigas porque decía que eran unas pelaspigas.(persona
poco seria).
Recuerdo con alegría mi niñez, porque
fue feliz. Jugué en la calle al elástico, la ralluela, el dopi, las piolas, los
cromos, el pilla pilla, el escondite y muchos más. Los niños libres y sin
peligro jugando mientras los mayores se reunían para hacer trabajos a pionás
vueltas. Esa era la forma de pagar. Tú me ayudas, yo te ayudo. Se juntaban para
esfarfollar el panizo, para las matanzas y otras tareas donde reunirse era una
buena excusa para poder compartir chascarrillos, dichos y cuentos de abuelas.
Recuerdo cuando mi abuela iba a mi casa y en su faltiquera siempre llevaba
alguna buena sorpresa para mí, aunque fuera una naranja. Que esa era una de las
mejores, aunque cuando llevaba un azafate lleno de flores dulces también me
gustaba.
Cuando los
mayores terminaban de esfarfollar, solía coger los zuros y fabricarme una
muñeca. El pelo era el de las panochas, dos caricas para los ojos y su boca una
corteza fina de patata. Muchos fueron los ratos que yo jugaba con mis muñecas
de zuros. El año que los reyes me dejaron en mis zapatillas una muñeca grande
de plástico y con un vestido, mis
piernas me temblaban, estaba alucinando, fui la niña más feliz del
mundo.
MARÍA PÉREZ
GARCÍA
Fotografía de la voz del mundo
miércoles, 18 de octubre de 2017
EL PRINCIPE GATUNO
Todo a mi alrededor daba
vueltas y vueltas. De pronto me sentí lejos del calor de mi madre y eché de
menos sus lamidos y su aliento.
Sin darme cuenta me puse
a caminar, me fui lejos de casa y me perdí por el camino. Estaba muy asustado
en un rincón, cuando, me cogieron unos gamberros y me llevaron con ellos. Hicieron
conmigo de todo, hasta me dieron de beber cubatas, de ahí que todo me diera
vueltas. Me volvieron a dejar tirado en una placeta, mi débil cuerpecillo
apenas podía resistir, pensaba que tenía
que ser fuerte, por algo los gatos tenemos la fama de vivir siete vidas.
Necesitaba, con toda mi alma, a mi madre. La fortuna quiso que una niña me
encontrara y me recogiera, aunque al principio se lo pensó, porque, creyó que
estaba muerto, pero su amiga le dijo que aún tenía un hilo de vida.
Me llevó a su casa, me
metió en una caja y me dejó en el patio hasta la mañana siguiente que vino a
verme. Me lavó, me secó y me dio de comer de su mano amiga. Nos adoptamos
mutuamente. Yo estaba en esa casa como un verdadero PRINCIPE. Cuando se iba al cole, la acompañaba hasta la esquina
ante la mirada de algunos mocosos que querían cogerme, pero ya no me fiaba de
nadie y les sacaba las uñas para defenderme. Era el gato más feliz del mundo.
Llegaron las vacaciones y nos trasladamos a la casita de campo. Uff... No me adaptaba a estar siempre en la calle, prefería el sofá calentito. Pero poco a poco me fui adaptando al aire libre, entre tierra y polvo. Había una huerta grande, me gustaba estar al fresquito, aunque después me tocara baño. Trepaba por los árboles pero a la hora de bajar era un problema, tenía vértigo. Clara siempre me cogía, me acunaba entre sus pequeños brazos y me acariciaba. Hacíamos buena pareja.
Un día estaba tranquilo, a la sombra de un peral, cuando oí a mi amiga gritar desesperada, corrí a ver que le sucedía, estaba muy asustada, había visto un pequeño “bichito” correr y esconderse debajo de sus juguetes. Mi buen olfato gatuno y mi instinto de cazador me hicieron estar atento y ver qué asustaba a Clara. Al cabo de un rato de estar observando, (mi apariencia parecía la de un gato dormido, pero no era cierto, tenía un ojo abierto y el otro cerrado, para despistar un poco). Vi lo que tanto asustaba a la niña, era un ratón, Al instante mi instinto de nuevo se puso en marcha y... lo perseguí por todo el huerto hasta que ¡lo pillé!
Estuve jugando con él un rato: lo cogía, lo soltaba, corría, lo volvía a coger y la verdad era divertido pero ¡de pronto! se quedó quieto y ya no hacía nada. Entonces no supe qué hacer con él. Si no se movía no podía jugar y entonces ya no era divertido. Lo dejé allí, inmóvil y me fui a los pies de Clara que de nuevo me tomó en sus brazos y me acarició. Desde aquel día estuve muy atento para que ningún “bichito” de “esos” asustara a mi amiga inseparable.
Llegaron las vacaciones y nos trasladamos a la casita de campo. Uff... No me adaptaba a estar siempre en la calle, prefería el sofá calentito. Pero poco a poco me fui adaptando al aire libre, entre tierra y polvo. Había una huerta grande, me gustaba estar al fresquito, aunque después me tocara baño. Trepaba por los árboles pero a la hora de bajar era un problema, tenía vértigo. Clara siempre me cogía, me acunaba entre sus pequeños brazos y me acariciaba. Hacíamos buena pareja.
Un día estaba tranquilo, a la sombra de un peral, cuando oí a mi amiga gritar desesperada, corrí a ver que le sucedía, estaba muy asustada, había visto un pequeño “bichito” correr y esconderse debajo de sus juguetes. Mi buen olfato gatuno y mi instinto de cazador me hicieron estar atento y ver qué asustaba a Clara. Al cabo de un rato de estar observando, (mi apariencia parecía la de un gato dormido, pero no era cierto, tenía un ojo abierto y el otro cerrado, para despistar un poco). Vi lo que tanto asustaba a la niña, era un ratón, Al instante mi instinto de nuevo se puso en marcha y... lo perseguí por todo el huerto hasta que ¡lo pillé!
Estuve jugando con él un rato: lo cogía, lo soltaba, corría, lo volvía a coger y la verdad era divertido pero ¡de pronto! se quedó quieto y ya no hacía nada. Entonces no supe qué hacer con él. Si no se movía no podía jugar y entonces ya no era divertido. Lo dejé allí, inmóvil y me fui a los pies de Clara que de nuevo me tomó en sus brazos y me acarició. Desde aquel día estuve muy atento para que ningún “bichito” de “esos” asustara a mi amiga inseparable.
MARÍA PÉREZ
martes, 20 de junio de 2017
EXPERIENCIAS COMPARTIDAS
Nunca pensé que pasarme una semana en la playa, en un bonito
y confortable hotel fuera a causa de mi trabajo y no quiero decir que sea
porque mi esfuerzo y quehacer me haya permitido dicho viaje. No, mi faena es
estar aquí y ahora disfrutando de todo un lujo de instalaciones y playa, pero
lo más importante es la compañía. La Asociación Alcrebite (Asociación de
familiares y enfermos de Alzheimer) se ha trasladado una semana a la playa.
Estamos trabajando, pero es tanta la recompensa que el trabajo se vuelve
placer.
Nuestros mayores tienen un duro pasado a sus espaldas, y
ahora en la última etapa de la vida, la enfermedad los castiga de una manera
descomunal. Creo que es una de las peores enfermedades. Que tus recuerdos se te
borren es como borrarte de un plumazo de toda una vida, de la tuya. Pero mi
Asociación está aquí para ayudarles y guiarles en este duro camino. Llevarlos a
la playa, caminar pisando la fina arena mojada, dejar que las olas vengan
acariciar sus hinchados y cansados pies, todo eso para nosotras es un placer,
porque ver sus caras sonrientes ver su rostro entre sorprendido e iluminado,
eso no tiene precio. Unidos en la playa sin distinción, salud y enfermedad
cogidos de la mano y apoyándonos todos.
A pesar de estar presente la enfermedad, la coquetería
perdura en las mujeres. El pelo no quieren que se les moje porque se despeinan
y están feas. Sus uñas las quieren tener pintadas y bien arregladas, y por su
puesto aquel collar de perlas que le regaló su hija, ese no se lo quitan. Cuando llega el momento de la foto, todos se
acicalan. Algunas sin su carmín en los labios no quieren estar, la foto saldría
sin color.
Todos juntos y luchando, porque cuando unimos nuestras
fuerzas el peso es compartido. Por la noche llega la hora de la ducha y de
ponernos nuestras mejores galas para ir a cenar. Este momento es genial. Abren
sus maletas y buscan entre la ropa que sus hijas le han preparado, lo que mejor
les combina. La ilusión reflejada en sus caras es digna de admirar.
Pero no todo es tan perfecto, porque como ya sabemos la
enfermedad está acecho, y pronto muestra su lado más oscuro. La desorientación,
la incertidumbre de no estar en el lugar de siempre les rompen sus esquemas, se
ponen nerviosos, se enfadan y a veces lloran. Es aquí y en este momento donde
el peso entero cae en sus ya deterioradas familias, que, aunque cansadas,
siguen adelante con un abrazo, una sonrisa o un “venga que estamos aquí todos contigo”.
Nosotras (el equipo técnico, como nos llama nuestra presidenta) también estamos
ahí en esos momentos e intentamos darles un poco de aliento a esa castigada
familia, que como ya he dicho nunca se cansan, pero un soplo de aire fresco
también les viene bien.
Y así entre todos, hemos pasado unos días inolvidables,
porque las experiencias vividas con ellos son imborrables. El saco lo tenemos
lleno de anécdotas. Anécdotas de cosas sencillas y humanas como, por ejemplo,
mujeres acostumbradas a trabajar, a que nunca nadie ha hecho nada por ellas,
ahora en estas vacaciones, antes de salir de su habitación hacen su cama, lavan
sus toallas y friegan su habitación, porque eso de salir con la cama sin hacer
no está bien.
Nos quieren agradecer siempre nuestra ayuda con lo mejor que
tienen, pero lo que ellas y ellos no saben es que nuestra mayor recompensa es
ver su sonrisa, verles disfrutar de cosas tan sencillas como una brisa marina,
o un cálido atardecer sentados en la terraza del hotel. No necesitamos riquezas
ni grandes cosas, tan solo necesitamos personas con corazón y grandes
sentimientos como son los que formamos esta Asociación. ASOCIACIÓN ALCREBITE.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
lunes, 5 de junio de 2017
UNA MENTE, UN PENSAMIENTO Y LA REALIDAD
Cuando era pequeña tenía un sueño, soñaba ser invisible,
porque tenía muchas ocasiones en las que me hubiera gustado observar sin ser
vista. Imaginaba que me envolvía en una gran capa negra y ya nadie podía verme.
En mi clase yo no era muy popular, pasaba desapercibida, de ahí la ilusión y la
fantasía, de ser invisible para poder hacer cosas con aquellas personas que no
me aceptaban.
Ahora ya no voy al colegio, ya salí de la facultad y tengo mi
vida un poco encaminada y unos amigos encantadores. Nos gusta reunirnos e ir a
fiestas y hacer viajes juntos. Hace un par de semanas hicimos un viaje a
Santiago de Compostela y tuvimos la mala suerte de tener un accidente de
tráfico. El coche dio varias vueltas de campana y se quedó con las cuatro
ruedas hacia arriba. Aquel día nuestro ángel de la guarda debió estar muy cerca
de nosotros porque los cuatro salimos ilesos. Cuando pudimos salir entre los
amasijos de hierros, todos nos abrazamos y llorábamos por lo sucedido. Pero
algo raro noté, y es que mis amigos me buscaban y lloraban por mí. Decían que
no me encontraban y yo allí a su lado dando saltos y diciéndoles que estaba
allí a su lado. Pensé que un golpe en la cabeza debió bloquearlos y por eso no
podían verme. Entonces pensé que, si un golpe los trastornó, otro quizás los
sanaría. Yo con toda mi buena fe, cogí un palo que había por allí y me fui a
golpear a Marta que estaba más cerca de mí. Mi sorpresa fue cuando los vi
correr y gritar diciendo que un palo los perseguía.
- ¡Por dios, pueden ver el palo y a mí no! Algo está
fallando. La gente llegaba al lugar del accidente y todos me buscaban, decían
que había desaparecido. - ¡Pero qué barbaridad si estoy aquí! Empecé arrojar
objetos y todos salieron espantados diciendo que ese lugar estaba encantado y
que las ánimas del purgatorio me habían llevado. -¡Madre mía hasta donde pueden
llegar las mentes! Pensé.
Pero la situación no
cambiaba, a mis amigos se los llevaron y allí quede sola, con la voz rota de
tanto gritar. Me paré a pensar y llegué a la conclusión de que mi sueño de
niñez se había hecho realidad. ¡Al fin soy invisible! Pensaré un plan.
No fue fácil salir de allí sin ayuda, pero me las arreglé para
subir a un coche que se paró para echar un vistazo al lugar del accidente
embrujado. Era muy curioso estar en un lugar y que no te puedan ver. Este
matrimonio era muy corriente, no hacían nada ni decían nada interesante, la
verdad es que me estaba aburriendo, tampoco podía hacer nada. De pronto pensé
que un poco de música me vendría bien. Puse la radio a todo volumen. ¡Qué susto
se llevaron! La bajaron enseguida incluso la apagaron, pero yo la volví a
encender despacito, un poco más y a tope otra vez. Giré el retrovisor del
espejo, necesitaba ver mi aspecto, pero ¡sorpresa! No vi reflejada ninguna
imagen. Entonces pensé que, si para mí no servía, lo arrancaría, el caos se
armó dentro del coche.
-Juan, ya te he dicho que este coche es ya muy viejo y que
teníamos que cambiarlo, se le está cayendo hasta el espejo.
- nada de viejo, lo que pasa es que, por pararnos a curiosear
en el lugar del accidente, que es que te gusta mucho cotillear, nos hemos
traído el espíritu maligno.
Me bajé cuando vi un lugar conocido, y estuve andando por las
calles y metiéndome en tiendas para probarme vestidos. Las empleadas se
marcharon con un ataque de nervios, los vestidos volaban solos y entraban y
salían de los probadores. Que tarde más divertida, mi sueño se estaba
cumpliendo. Llegada la noche decidí entrar casa de una amiga de la infancia, la
más popular de la clase. La esperé en el portal y me cole en su casa. Que piso
más espectacular tenia, parece que los negocios le iban bien.
Me comí su cena, me puse sus ropas y ella, histérica llamó a
su psicólogo diciéndole que tenía otro ataque de ansiedad, pero que esta vez
veía moverse las cosas y desaparecer su cena. Decidí darme un baño en esa gran
bañera que tenía, pero yo con el afán de mover objetos cogí el secador para
enchufarlo, se me resbaló y cayó dentro de la bañera donde estaba. Mi cuerpo
llevó una gran sacudida. De pronto abrí los ojos y me vi en una cama de
hospital rodeada de médicos y enfermeras preguntándome que como me encontraba.
Entre ellos se decían que por fin me habían recuperado. Al fondo oí una voz que
dijo:
-decirles a
sus amigos que de esta sale.
MARÍA PÉREZ GARCÍA
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