viernes, 30 de noviembre de 2012

Mi cuento de Navidad


Sentada en mi habitación, con la mirada puesta en la gente que paseaba bajo mi ventana contenta ante la proximidad de la Navidad, mis recuerdos me llevaron a aquel duendecillo, que encontraba cuando mi ánimo lo necesitaba en mis extraños viajes. Aquella vez, sólo llevaba conmigo una mochila llena de ilusiones y esperanzas, que fui perdiendo por el camino.
            Cuando más sola y triste estaba, un pequeño duende me habló entre susurros. Sus palabras eran de aliento, su apoyo me levantaba de mi caída y su cercanía llenaba mi soledad. Éste pequeño personajillo iluminaba mi tristeza de tal manera que me llenó mi mochila de luces de colores.
            Ya no me sentía sola estaba llena de luz, pero una frialdad recorrió mi cuerpo, la noche era oscura y yo tenía frío. A lo lejos pude ver una llama que desprendía calor, me acerqué y pude comprobar que su calor hacía desaparecer mi frío. La puse en mi mochila, y continué mi camino.
            Cansada y hambrienta llegué a un pequeño pueblo donde el olor a pan recién hecho impregnó mi cuerpo, y mi paladar ya podía disfrutar de su exquisitez. Cogí ese aroma y llené mi mochila con saquitos de olor.
            Continuaba por mi sendero con la boca reseca y la piel fría. Pero, en ese momento llegué a un precioso estanque lleno de agua cristalina, metí los pies y la frialdad de su agua y la brisa, que acariciaba mi piel, me hicieron volver a la realidad, a mi hogar.
            En mi patio tenía un árbol de ramas secas, pero desde ese día ese árbol dejó de ser un palo seco para convertirse en un hermoso árbol de Navidad.
            Saqué de mi mochila las ilusiones y vestí ese arbusto con las luces de colores del duende, cuando las miro me recuerdan que la luz es vida, y que en cada una de ella está todo aquello que nosotros queremos conseguir,  todo lo que no vemos, pero que de otra forma lo sentimos, está ahí, su luz  ilumina nuestra tristeza y su cercanía llena nuestra soledad.
            Llené de velas mi casa, mi árbol, porque me dan la calidez que un día necesité, y  dan calor a todos los que la necesitan, mirando esa  llama pienso que hará desaparecer la frialdad de todos ante las miserias y desigualdades.
            Saqué  los saquitos de olor y los sacudí por mi balcón para preñar el ambiente de ese aroma a dulce que nos transporta a momentos vividos.
            Mi rama seca ya no es solo un palo, ya es el árbol más bonito de Navidad, porque está lleno de luz, ilusiones y recuerdos. Me hace pensar que las grandes promesas se hacen esperar pero que al final llegan. No sé porqué elegí este mes para poner todos estos sentimientos sobre  mi árbol, quizá porque el frío seco, el olor a humo en el ambiente de los hornos cociendo ese pan, me hicieron abrir mi mochila y pensar que era el momento de demostrar los sentimientos y abrir nuestra puerta a la esperanza de que un día todo será mejor.

FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.