miércoles, 6 de marzo de 2019

DÍA DE LA MUJER.



A lo largo de la historia la mujer ha tenido que luchar por conseguir ser vista u oída en un mundo que parece estar hecho o enfocado a los hombres.
Parece que la mujer ha nacido con una etiqueta que solo sirve para procrear, cuidar de su prole y estar entre fogones y al cuidado de todos especialmente de los hombres.
Gracias a muchas mujeres valientes y guerreras que dieron sus vidas para defender los derechos de la mujer, por defender que somos iguales, que todos podemos hacer las mismas cosas. Gracias a ellas hoy la mujer ha llegado lejos, el poder estudiar ha dado oportunidad de llegar donde se lo han propuestos. La mujer está en todos los ámbitos y lugares. Ingenieras, aeronáuticas, políticas, científicas, escritoras profesoras, médicas, astronautas, ministras y muchas profesiones más donde la mujer resalta. Gracias a las que dieron su vida para poder llegar aquí.
Pero esto no se da en todos los lugares. En una parte del mundo aún se sigue viendo a la mujer como un ser inferior, y que se puede hacer con ellas lo que al hombre se le ocurra, ya sea padre, hermano o marido. El hombre hace las leyes y hay que acatarlas.
El 8 de marzo no es un día festivo, es día de reivindicación para luchar contra estas injusticias y para que la mujer que ya está en altos cargos no tenga que estar demostrando día a día que puede hacerlo. Tiene que demostrarlo tan solo por ser mujer. Que se acabe la violencia contra la mujer tan solo por serlo, el abuso en trabajos, igualdad de sueldo a igual trabajo, igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
La mujer no quiere ser mejor que el hombre, quiere vivir en concordia y al mismo nivel y con las mismas oportunidades.

martes, 5 de marzo de 2019

LA LLUVIA DEL AYER.






Es una bonita tarde de primavera, me apetece dar un paseo por la playa. Tengo a mi nieta en casa que quiere correr y jugar con la arena.
 Cogemos nuestras paletas y nos vamos a jugar. Los niños tienen mucha energía y pronto acaba con la mía. Me siento en la orilla mirando el horizonte y disfrutando de la suave caricia marina que alborota mi pelo. A lo lejos veo una nube que amenaza tormenta.
- Pronto lloverá, pensé.
 Y mirando esa nube que cambia de figura según mi imaginación, llegó la lluvia, pero no llegó del cielo o del oeste. Volvió de mi infancia. Mis recuerdos llegaron como una ráfaga de viento marino. Me vi pidiéndole a mi padre ver el mar.
         
      Vivíamos en un pequeño pueblo lejos de la costa, el mar no estaba a nuestro alcance para poder visitarlo. Frente a nuestra casa había unos grandes cerros, secos y sin vegetación, tan solo matas de esparto esparcidas por todos lados. Yo era pequeña y tenía mucha curiosidad por saber que había detrás de esos grandes cerros. Yo los veía enormes.
-Papá ¿Qué hay detrás de esos barrancos tan grandes?
-Mas barrancos
-No puede ser, el mar tiene que estar ahí, detrás de ellos.
-No hija, solo hay más cerros.
Mi desilusión fue grande, pero yo no me lo creía.

Un día que estábamos todos en el campo, a los pies de esos barrancos. Me armé de valor y crucé la línea que separaba, la tierra fértil de la tierra árida y seca. Tenía mucho miedo, las piernas me temblaban, pero yo seguía subiendo y subiendo, hasta que llegué a la cima. Estaba feliz, lo había conseguido. Miré hacia el horizonte y el cielo se juntaba con la tierra, pero esa tierra tan solo tenía, cerros y más cerros. Mi padre tenía razón. ¡Que desilusión y tristeza!. Cuando bajé, después de llevarme una regañina por la aventura, le comenté que no había podido ver el mar, que tenía razón, pero que yo deseaba verlo. Mi padre me miró tiernamente y me dijo, que él me llevaría.

Pasaron bastantes años, y ese día llegó. Por fin lo vería. Tras varias horas de viaje, llegamos a una preciosa ciudad. Todo era enorme, había muchos coches y edificios muy grandes, gente de un lado a otro. Todo era muy extraño para mí. Llegamos al puerto y por fin pude verlo. Tuve una rara sensación, mucha agua  con una gran profundidad. No era lo imaginado por mí.
- ¡Mira que barco más grande!
- ¿Dónde?
- Ahí, ¿no lo ves?
- No, solo veo gente de un lado a otro y tengo miedo de acercarme al agua. El insistió en que mirara el barco. Lo tenía delante de mí, pero era tan grande que no lo veía. Pensé que era uno de esos grandes edificios.
 A la mañana siguiente, me llevó a la playa. Entonces si disfruté de esas vistas que la naturaleza te ofrece. Me acerqué a la orilla y vi como las olas suavemente venían a saludarme, se iban y volvían a venir entonando una bella canción al romper cerca de mí. ¡Qué grande era!, aquí el cielo se confundía con el mar. Todo un espectáculo para mis ojos.
Esa tarde sentada en la arena, y viendo el baile de las olas, disfruté de una fina lluvia del ayer.