martes, 5 de noviembre de 2019

EL ÚLTIMO BESO




Dibujos en el cielo que el aire mueve a su antojo. Figuras que se esfuman con el movimiento de las nubes. Así se fue ella. A mi madre se la llevó el viento dejando una estela en el cielo.
Su enfermedad le impedía mostrar o decir lo que pensaba, pero ella sabía bien lo que a su alrededor estaba pasando. Se sentía querida, amada y protegida, sus hijas le daban todo lo que ella en esos momentos necesitaba. Hasta que una tarde sintió en sus mejillas un cálido beso. Presentía que era el último. Aquella tarde partía un avión y de nuevo se llevaría parte de su vida.
Esta vez no será así, yo me iré también, pensó. Y así fue, cuando el ruido ensordecedor de unos motores rugiendo, y las pesadas ruedas dejan de pisar la tierra, tu alma se eleva, te integras en el viento, te vuelves tempestad, te haces vulnerable en el aire. Eso hizo mi madre, se fue con el viento detrás de un sueño que ya nunca dejaría escapar.
Ahora cuando miro el cielo, pienso que ella está ahí, que te guía, que te indica que te anima y te orienta, lo mismo que hace la veleta. Te dice el camino. El mío lo busco en las estrellas, en el viento, allí donde ella se fue.

MARÍA PÉREZ GARCÍA

martes, 22 de octubre de 2019

EL TREN DEL PROGRESO



Mi niñez la recuerdo junto a un río limpio y cristalino. Con unos amigos que jugábamos sin temor en las calles. En los correntales de éste pescábamos cangrejos, peces y nos entreteníamos jugando y pillando renacuajos. Había mucha vida en esas claras aguas. No había bolsas ni basura que lo ensuciaran.
Recuerdo cuando llegó el hombre que recogía la basura. Matías se llamaba. Los niños hasta nos reíamos del él porque llevaba un mulo y un carro para recogerla. Nadie entendía para que quería el pueblo ese servicio.
 -Qué tontería, el ayuntamiento no sabe donde echar el dinero. Comentaban los corros del pueblo. La verdad es que no había basura que recoger. Todo era reciclado y aprovechado, las patatas pequeñas para los animales, las mondas de éstas también los desperdicios de las frutas iban al corral para que las gallinas se las comieran y pusieran buenos huevos. Cuando íbamos a la tienda a comprar era con la capaza. Todo era a granel o envuelto en papel de estraza. 
El lechero pasaba por las casas para repartir la leche de sus vacas. Recuerdo cuando cada mañana llegaba a la puerta de casa y salía con mi cazo para que él me echara un litro o medio, según la necesidad del día.
Poco a poco fue llegando el tren del progreso. Todo estaba cambiando y muy rápido, ya no necesitaba llevar la capaza para los mandados. Ya te daban bolsas. A mí me gustó este cambio porque no me gustaba nada dicho recipiente, la bolsa estaba mucho mejor.
Los fideos, el azúcar, el arroz, la sal y muchas cosas mas ya venían en envases. Nos encantaba ir a la tienda y verlo todo envasado. Era mucho mas cómodo.
Pronto a Matías se le quedó pequeño su carro y su mula. Ya era una necesidad que alguien se llevara todo lo que en las casas se tiraba.
Llegó el progreso y con el los problemas de contaminación, este tren pasó por todos los lugares y personas y todos nos montamos en él. Ahora ya es difícil bajarse y volver a la capaza, a las cosas a granel, al papel de estraza. Ya el río no es cristalino, no tiene peces, ni cangrejos ni renacuajos con los que jugar. El triste silencio de las noches de verano sin escuchar el croar de las ranas hace daño a los oídos que una vez los escucharon.
Cambiar será difícil porque es mas cómodo, pero si no frenamos este tren nos llevará a estrellarnos y ahogarnos en nuestra propia basura.


MARÍA PÉREZ GARCÍA

sábado, 5 de octubre de 2019

LA AVENTURA DE LUNA




Soy miembro de una familia de tres hermanos y yo cuatro. Nacimos un 24 de septiembre por la tarde en el jardín de la casa, debajo de un bonito rosal. Aquella noche se desató una gran tormenta, el agua ya la teníamos casi al cuello. Mi madre no sabía ya que hacer para protegernos. Pronto vimos aparecer la dueña de la casa que nos dio cobijo dentro. Desde esa noche siempre nos hemos sentido protegidos por ella. Éramos cuatro lindos gatitos y mamá gata. Todos en casa estaban muy contentos con nosotros. Éramos muy graciosos y juguetones, en el campo nos lo pasábamos muy bien y estábamos muy felices.
Llegó la hora de volver a la casa del pueblo y nuestra dueña decidió llevarnos con ellos. Estaba contenta con todos nosotros, pero ya empezaba a pensar que éramos muchos para estar en casa. Cuando empezamos a comer por nosotros mismo, aunque aún necesitábamos la leche de nuestra madre, nuestra dueña decidió repartirnos entre la familia.
Llegó la primera candidata a elegir gatito, y claro yo era la mas bonita de todas mis hermanas, así es que me tocó salir la primera del nido materno. No me gustó nada, no quería separarme de mi madre ni de mis hermanas, pero la verdad es que al principio me gustó y salí tan contenta. Tengo alma de aventurera y pensé que viviría una aventura.
 Cuando llegué a mi nuevo hogar todo estaba preparado para recibirme. Una bonita cama de gatito, con unas suaves mantitas, comida muy buena y mucho mimo y cariño. Pensé que había tenido suerte, pero en el fondo yo necesitaba mis hermanas y mi madre. Pronto me volví arisca, no soportaba que me tocaran, que me mimaran y mucho menos que me tomaran como si yo fuera una bebé. Eso no lo quería. Siempre estaba con las uñas sacadas y enfadada. Para colmo me llevaron a un sitio donde siempre me hacían daño, siempre me pinchaban o me daban algo feísimo por la boca. Parece que se llama veterinario, pues yo lo odiaba. Por cierto, me pusieron de nombre Luna. Bueno un nombre muy común entre nosotros los gatos. Me gusta, de eso no tengo nada que decir. Mis hermanas se llaman Nea, Aria y el gatito que es Colillo.
Todos los días eran iguales, siempre en casa sin nada que hacer. Yo quería salir a la calle, jugar, correr con otros gatitos, quería ir con mis hermanos. Un día decidieron juntarnos de nuevo a todos, porque la verdad es que yo no paraba de maullar y maullar, mi nueva dueña tenía mucha paciencia conmigo, lo reconozco. Aquel día que fuimos todos juntos al campo, yo me asusté mucho, ya no los conocía, les quería pegar, arañar y salir de allí corriendo. Ya nada era igual.
Todas las noches me sacaban a pasear aprovechando que ellos sacaban la basura, pero una noche los despisté y me fui. Estuve andando y andando sin parar, no sé hasta donde llegaría, pero yo quería investigar, quería ver mas cosas. Al día siguiente me lo pasé muy bien. Vi otros gatos, intenté jugar con ellos, pero me pegaban. Bueno, no me conocen, pensé.
Pasaron varios días y ya la aventura no me gustaba tanto, tenía hambre y no tenía mi comida, ni mi agua, ni mi cómoda camita para dormir. Ya no me gusta mi nueva situación. Tuve que luchar para pillar algo de comida, me acerqué a casas donde lo único que recibía eran escobazos, los perros me perseguían, incluso más de uno me alcanzó con sus dientes y estuve bastante malita. No tenía consuelo de nada ni nadie. Tuve que cazar ratones, que asco, y comérmelos. Pasé mucha hambre y muchas calamidades, también malos tratos entre los propios gatos y de personas. Gracias a mi mal genio he podido sobrevivir.
Se que mi dueña estaba desconsolada por mi desaparición, me buscó por todas partes, puso letreros con mi foto por todo el barrio, y en ese sitio donde tanto me pinchaban, el veterinario, pero nadie daba respuesta. Parece que me fui muy lejos.
Pasaron los meses y yo seguía en la calle viviendo de la caridad de algunas personas que nos echaban los desperdicios de sus comidas. Mi dueña había perdido toda esperanza de encontrarme. Eran ya casi 12 meses. Yo estaba enferma, sucia y desnutrida, pero un día la persona que se acercaba a echarnos un poco de comida se quedó mirándome y creo que me reconoció por la foto del veterinario. Esa persona llamó al número de teléfono diciendo que pensaba que había visto ese gato, aunque solo se parecía un poco. Era la víspera del día de Navidad. Al recibir esa llamada, todos se pusieron muy contentos, aunque ya habían recibido más de una falsa llamada. Pero toda la familia fue a ver si yo era realmente luna. La persona que llamó era una conocida. Tenían esperanza. Mi dueña me reconoció enseguida, no lo dudó y se acercó a mi y yo muy noblemente me dejé coger, ya nada me importaba, estaba muy mal. Aunque creí notar su mano amiga. Su olor me era muy familiar. Me llevó a casa. Ya sabía que había vuelto a mi hogar. Estaba feliz, había vuelto por Navidad. Lo primero que hizo fue darme un baño que yo agradecí. Ya me parecía mas a Luna. Todos estaban contentos. ¡Luna ha vuelto!
Me volvió a llevar al veterinario para comprobar por medio de un chic que llevaba puesto que realmente era yo. Se lo confirmaron. Por fin en casa. Nunca mas me volvería a ir.
Desde entonces estoy feliz y contenta en mi hogar. Aquí  me quieren, me miman, tengo mi cama, mi comida, y a mi familia. Ya no quiero aventuras, quiero mi hogar dulce hogar.

Todos los miembros de mi familia tienen una historia que contar, empezando por mi mamá. Sus comienzos fueron bastantes difíciles y peculiares. Seguiré con las historias de mi familia gatuna.


MARÍA PÉREZ GARCÍA




sábado, 27 de julio de 2019

LA SARDINILLA AZULITA



Debajo de esas aguas cristalinas que podemos ver en el mar, hay un sinfín de animalitos que los humanos desconocemos. Cada uno disfrutando de sus vidas y sus aventuras en el mundo submarino. Hay un grupo de pececitos que van siempre juntos a todas partes. Son las sardinas y a eso se le llama banco de peces. Van siempre unidas a todos sitios, al cole, a dar un paseo, a comer, a las fiestas. Todo esto está muy bien, pero hay un inconveniente, y es que son muy llamativas para sus depredadores. Se ven mucho.
Una tarde estaban paseando y de pronto muchas gaviotas se lanzaron a por ellas. Tenían hambre y querían comer. Todas las gaviotas cogieron una, pero la gaviota violeta, no se comió la suya. Viajó con ella en su pico y llegó a un lugar donde todo era de hielo. Violeta estaba salvando a las sardinas y las llevaba a un lugar seguro donde nadie les haría daño, y así serian felices.
La sardina Lola era la mayor de todas, y salió a saludarla. Veía poco, pero percibió que era una joven sardinilla asustada. Le dijo que no se preocupara que había llegado al lugar perfecto. Azulita, que así se llamaba la sardinilla, estaba muy asustada, tenía miedo y mucho frío. Lola le dijo que sus compañeras la estaban esperando. Fue a saludarlas y todas le hicieron una gran bienvenida, pero azulita seguía triste y con frío. Lola pensó que entre tosas le harían una gran fiesta y de esa manera se animaría. Pero no sabían que hacer, así es que preguntaron al hada de hielo y ésta, muy contenta los animó hacer una fiesta de disfraces. Todas se disfrazarían de flores. De esta forma daría color y calor a la ciudad.
Se pusieron muy contentas y cuando llegó el momento, el hada mágica cogió su barita y a todas les puso un bonito disfraz de llamativas flores.
Lola era una preciosa rosa, azulita una gran margarita con sus pétalos amarillos y sus labios rojos. Ella se veía guapa. Había infinidad de flores, rosas de todos los colores, claveles, azucenas, tulipanes, un mar lleno de color entre tanto hielo blanco.
Pasó la fiesta y todos lo pasaron muy bien, pero al cabo de unos días azulita lloraba, echaba de menos el mar, nadar entre todos los peces, ver el fondo marino. Necesitaba nadar. Todas sus compañeras decían lo mismo, que necesitaban el agua y mover sus colitas entre las algas marinas. Lola a pesar de ser la mas antigua y acostumbrada al hielo, en el fondo también echaba de menos el mar.
Hubo una junta de todas las sardinas y decidieron hablar con su hada mágica y contarle sus problemas. Cuando se reunieron y le contaron lo que pensaban, esta que era muy buena, cogió su barita mágica y convirtió todo el lugar de hielo en agua, convirtiéndose así en un gran océano donde todas las sardinas fueron felices volviendo al lugar de donde procedían, pero se llevaron con ellas a su hada, que se convirtió en el hada mágica de los mares, librándolas a todas de cualquier peligro.
COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.


MARÍA PÉREZ GARCÍA

viernes, 26 de julio de 2019

LA IMPORTANCIA DE UN ABUELO PARA UN NIÑO





Habían pasado muchos años y Josefa aún recordaba las tardes de conversación y vivencias que el abuelo tenía con sus hijas. Ella sabía que los valores que le inculcaba estarían siempre presentes en sus vidas. Aquellas tardes en que ella se iba, pero con la tranquilidad de que el abuelo estaba allí. Sabía que el amor que sentía por sus nietas eran igual que si fuesen sus propias hijas. Así es que todo ese amor sin duda beneficiaría a sus hijas que como todos los niño/as necesitan sentirse valoradas y queridas.
El abuelo era un hombre sabio (como todos los abuelos) y les daba lecciones de vida cada día a su hija y sus nietas. Las nietas le querían mucho. Les gustaba que les contara historias de su vida. Una vida muy diferente a la que hoy se vive. Les contaba que no fue nada fácil, con una media sonrisa, pero al fin y al cabo es que la vida nunca lo es.
-       Abuelo, ¿tú no tenías un móvil?
No hija no, eso no sabíamos lo que era. Esas cosas las tenéis ahora, y lo veis muy normal. Cuando yo era joven no teníamos ni teléfono. Pensábamos que llegaría el día en que se podría hablar con las personas que están muy lejos. También nos llegaba algunas veces la idea de que en un futuro muy muy lejano también podrían verse. Aquello era ciencia ficción. Ahora me he adaptado a el y a las redes sociales, porque si no, no estoy a vuestra altura.
Las nietas con unos ojitos muy abiertos escuchaban muy atentas al abuelo, que seguía contestando sus inocentes e interesantes preguntas.
-       Mi mamá y mi papá están siempre hablando por teléfono. ¿Cómo hablabas tu con la abuela?
Yo conocí a tu abuela en un baile del barrio. Se celebraba la festividad de s. Isidro y todos los vecinos y demás chicos del pueblo se acercaban al barrio para bailar y conocer a las muchachas. A dicho baile las chicas no podían ir solas. Tenían que ir acompañadas de sus padres, y si querías bailar con ellas les tenías que pedir permiso a ellos. Si te veían con buenas intenciones entonces te dejaban bailar con su hija. El respeto siempre tiene que ir por delante de una persona. Vuestra abuela era la mas bonita de la fiesta. Cuando la vi ya supe que la quería. Bailamos juntos y hablamos mucho, pero siempre bajo la mirada de sus padres. Desde aquel día no dejamos de hablarnos, pero siempre de cara, nunca a través de ningún teléfono. Nos conocíamos muy bien. A veces nos quedábamos callados, con la mirada perdida a través de la ventana. Nos preguntábamos que sería lo que estábamos pensando, pero como han sido muchas las historias vividas y contadas, ya nos lo podíamos imaginar, y ahí estábamos el uno y el otro para apoyarnos.
 Yo ahora veo que os juntáis los amigos y cada uno tiene un teléfono en la mano y están hablando o escribiendo en él. Tanta comunicación y sin nada que decir. Los amigos o las parejas ya no hablan de ningún tema interesante, solo a través del móvil. Es lo que tenemos que pagar por el progreso y la tecnología.
-       ¿Quién te llevaba a ti al cole? Mi mamá y mi papá trabajan y tu nos tienes que acompañar. ¿Tus abuelitos te llevaba a ti?
Noo, mis abuelitos trabajaban en el campo, al igual que mis padres. Yo no podía ir al cole porque no había todos los días. Cuando había ya me encargaba yo de ir solito, si es que me dejaban ir. Entonces no había ni coches ni grandes distancias. Ahora las distancias son muy grandes y mucha gente. No te puedes fiar de nadie. Los niños tenéis que ir acompañados. Otro fenómeno del progreso.
-       Abuelo, queremos agradecerte los ratos de compañía pasados contigo. Las historias que nos cuentas y la labor que haces con nosotros. Tenemos mucho que aprender, pero tu nos enseñas la realidad de la vida, la importancia de los valores humanos y como ser sobre todo y ante todo buenas personas. GRACIAS ABUELO.
El abuelo ante estas palabras inesperadas de sus nietas, no pudo mas que emocionarse y abrirles sus brazos y fundirse en un cálido y sincero abrazo de abuelo y nietas.

PD. La importancia de un abuelo para un niño. El niño madura, el abuelo recuerda y vive de nuevo sus infancia y juventud alejando la soledad. Los nietos piensan que siempre hacen el mejor equipo.



MARÍA PÉREZ


miércoles, 6 de marzo de 2019

DÍA DE LA MUJER.



A lo largo de la historia la mujer ha tenido que luchar por conseguir ser vista u oída en un mundo que parece estar hecho o enfocado a los hombres.
Parece que la mujer ha nacido con una etiqueta que solo sirve para procrear, cuidar de su prole y estar entre fogones y al cuidado de todos especialmente de los hombres.
Gracias a muchas mujeres valientes y guerreras que dieron sus vidas para defender los derechos de la mujer, por defender que somos iguales, que todos podemos hacer las mismas cosas. Gracias a ellas hoy la mujer ha llegado lejos, el poder estudiar ha dado oportunidad de llegar donde se lo han propuestos. La mujer está en todos los ámbitos y lugares. Ingenieras, aeronáuticas, políticas, científicas, escritoras profesoras, médicas, astronautas, ministras y muchas profesiones más donde la mujer resalta. Gracias a las que dieron su vida para poder llegar aquí.
Pero esto no se da en todos los lugares. En una parte del mundo aún se sigue viendo a la mujer como un ser inferior, y que se puede hacer con ellas lo que al hombre se le ocurra, ya sea padre, hermano o marido. El hombre hace las leyes y hay que acatarlas.
El 8 de marzo no es un día festivo, es día de reivindicación para luchar contra estas injusticias y para que la mujer que ya está en altos cargos no tenga que estar demostrando día a día que puede hacerlo. Tiene que demostrarlo tan solo por ser mujer. Que se acabe la violencia contra la mujer tan solo por serlo, el abuso en trabajos, igualdad de sueldo a igual trabajo, igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
La mujer no quiere ser mejor que el hombre, quiere vivir en concordia y al mismo nivel y con las mismas oportunidades.

martes, 5 de marzo de 2019

LA LLUVIA DEL AYER.






Es una bonita tarde de primavera, me apetece dar un paseo por la playa. Tengo a mi nieta en casa que quiere correr y jugar con la arena.
 Cogemos nuestras paletas y nos vamos a jugar. Los niños tienen mucha energía y pronto acaba con la mía. Me siento en la orilla mirando el horizonte y disfrutando de la suave caricia marina que alborota mi pelo. A lo lejos veo una nube que amenaza tormenta.
- Pronto lloverá, pensé.
 Y mirando esa nube que cambia de figura según mi imaginación, llegó la lluvia, pero no llegó del cielo o del oeste. Volvió de mi infancia. Mis recuerdos llegaron como una ráfaga de viento marino. Me vi pidiéndole a mi padre ver el mar.
         
      Vivíamos en un pequeño pueblo lejos de la costa, el mar no estaba a nuestro alcance para poder visitarlo. Frente a nuestra casa había unos grandes cerros, secos y sin vegetación, tan solo matas de esparto esparcidas por todos lados. Yo era pequeña y tenía mucha curiosidad por saber que había detrás de esos grandes cerros. Yo los veía enormes.
-Papá ¿Qué hay detrás de esos barrancos tan grandes?
-Mas barrancos
-No puede ser, el mar tiene que estar ahí, detrás de ellos.
-No hija, solo hay más cerros.
Mi desilusión fue grande, pero yo no me lo creía.

Un día que estábamos todos en el campo, a los pies de esos barrancos. Me armé de valor y crucé la línea que separaba, la tierra fértil de la tierra árida y seca. Tenía mucho miedo, las piernas me temblaban, pero yo seguía subiendo y subiendo, hasta que llegué a la cima. Estaba feliz, lo había conseguido. Miré hacia el horizonte y el cielo se juntaba con la tierra, pero esa tierra tan solo tenía, cerros y más cerros. Mi padre tenía razón. ¡Que desilusión y tristeza!. Cuando bajé, después de llevarme una regañina por la aventura, le comenté que no había podido ver el mar, que tenía razón, pero que yo deseaba verlo. Mi padre me miró tiernamente y me dijo, que él me llevaría.

Pasaron bastantes años, y ese día llegó. Por fin lo vería. Tras varias horas de viaje, llegamos a una preciosa ciudad. Todo era enorme, había muchos coches y edificios muy grandes, gente de un lado a otro. Todo era muy extraño para mí. Llegamos al puerto y por fin pude verlo. Tuve una rara sensación, mucha agua  con una gran profundidad. No era lo imaginado por mí.
- ¡Mira que barco más grande!
- ¿Dónde?
- Ahí, ¿no lo ves?
- No, solo veo gente de un lado a otro y tengo miedo de acercarme al agua. El insistió en que mirara el barco. Lo tenía delante de mí, pero era tan grande que no lo veía. Pensé que era uno de esos grandes edificios.
 A la mañana siguiente, me llevó a la playa. Entonces si disfruté de esas vistas que la naturaleza te ofrece. Me acerqué a la orilla y vi como las olas suavemente venían a saludarme, se iban y volvían a venir entonando una bella canción al romper cerca de mí. ¡Qué grande era!, aquí el cielo se confundía con el mar. Todo un espectáculo para mis ojos.
Esa tarde sentada en la arena, y viendo el baile de las olas, disfruté de una fina lluvia del ayer.