martes, 14 de febrero de 2012

UN SUEÑO QUE CUMPLIR.




    Todos estaban en la fila esperando su turno. Cuando yo llegué estaba tan asustado como mis otros compañeros, todos sabíamos que esto era una prueba más y que un pinchazo mas, ya no nos dolía, sabemos que sólo tienes que aguantar la respiración y no pensar. Yo estaba muy cansado y sin esperanzas. Todas las semanas nos encontrábamos los mismos en esa desesperanzadora fila, aunque allí dentro ya éramos todos hermanos, hermanos de hospital los llamaba yo. Todos oíamos las mismas frases, siempre las mismas, como esas canciones que se ponen de moda, sobre todo no te muevas, no respires.

    Aquella mañana fue diferente, en la fila había una nueva persona, su mirada era fría como la escarcha de los campos. La miré y quise tranquilizarla, decirle que esto se pasa, que no tenga miedo porque el miedo y el dolor sólo existen en nuestra mente. Ella me miró con sus grandes ojos y me sonrió con una sonrisa limpia y amplia y me dijo que sabía que todo iría bien, que la vida no siempre era agradable pero que había que vivirla y no desfallecer.
    De pronto me enseñó una gran lección, y me transmitió una sensación de gran serenidad. Desde aquel momento fuimos muy amigos, la estancia en el hospital fue  mucho más amena. Nos reíamos de nosotros mismos de ver nuestras cabezas pelonas, pero eso no nos hacía desfallecer.
Teníamos muchos planes de futuro. Cuando saliéramos de allí, nos iríamos de viaje, a un lugar donde nosotros fuéramos el techo del mundo y poder sentir éste a nuestros pies.
Como todas las mañanas nos encontrábamos en la fila de las inyecciones, pero esa mañana ella no estaba. Todo se me apagó de pronto, no podría soportar de nuevo el hospital sin su presencia. Corrí por los pasillos como si la vida me fuera en ello, mis zuecos volaban, quería llegar a su habitación y verla. Cuando llegué, su cama estaba vacía, la luz entraba con trabajo a  través de la persiana, pero pude ver que ella no estaba. La enfermera corrió  tras de mí, y cuando llegó a la habitación averiguó la desolación en mi cara. 
¡¡Cómo corres!!,  ¡¡Qué fortaleza tienes!!. Marta se la han llevado sus padres y me ha dejado ésta carta para ti. La sangre volvió a fluir por mis venas, abrí la carta y la leí despacio. “Teníamos una cita que cumplir”. 
Nos veríamos cuando los cerezos estuvieran en flor en la parte más alta de nuestra Alpujarra.
Los días transcurrían lentos y aburridos, pero yo tenía un sueño que cumplir, y soñaba con él. A finales del mes de abril salí del hospital y por fin cumpliría mi sueño, acudir a la cita de mi amada. Un domingo de mayo por la mañana, nos citamos en un pequeño pueblo de la Alpujarra donde los cerezos estaban en todo su esplendor, nos encontramos allí, ella estaba muy guapa con su pañuelo en la cabeza y su falda azul. Pasamos el día juntos, viendo las espectaculares vistas y sintiéndonos los reyes del mundo. Nada ni nadie nos podrían robar estas sensaciones, y como dice un compañero mío si crees en los sueños, ellos se crearán.


MARÍA PÉREZ GARCÍA 4/2/2015

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu blog!
    Es lo que necesitas para dar luz a todo el talento que tienes.

    De verdad que me sorprendes con la facilidad con que plasmas con pequeñas palabras todos esos detalles y cómo con poco dices mucho.

    ¡Este texto me ha encantado!

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