lunes, 25 de junio de 2012

La Píldora Amarga


LA PÍLDORA AMARGA
El  día promete ser caluroso, el sol se ha levantado con un leve manto que cubre sus dorados rayos,  que conforme van pasando las horas se están desperezando y apuntan a que hoy la temperatura será alta.
Yo estoy sentada en el porche de mi casa, frente a un delicioso desayuno con frutas, tostadas y por supuesto ese café que hace que empiece el día con energía. Cuando miro la taza donde he degustado ese fabuloso café, mi mente me lleva a un recuerdo lejano de cuando yo era niña.
Recuerdo aquel desayuno que mi madre me preparaba con tanto amor y cariño. Ella siempre me lo hacía así, pero en aquella ocasión con más motivo, porque yo estaba atravesando una de esas enfermedades comunes de los niños “el sarampión” creo recordar.  Yo era muy mala para tomarme mis medicinas y mi madre se las ingeniaba como podía para que yo cumpliera con las instrucciones del médico, de la mejor manera posible.
Todas las mañanas, me solía comer un plátano, porque era mi fruta preferida, y mi madre tuvo la brillante idea de meter la dichosa pastilla en el plátano. Este truco tuvo éxito un par de veces, pero nunca más, porque aún recuerdo el sabor amargo en que de pronto se convirtió esa deliciosa fruta.
Ahora tomándome mi café y mirando mi frutero comprendo por qué  nunca hay un plátano entre mis frutas preferidas.


MARÍA PÉREZ GARCÍA  3/05/2012

1 comentario:

  1. jajaja... aquí queda escrito, cuidaremos no ponerte plátano en la macedonia... Hay que ver, con lo rico que está.

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