jueves, 23 de octubre de 2014

No bailéis con la muerte


Soy Luciana, una chica de dieciocho años, con toda una vida por delante. Me gusta estudiar y soy campeona de ajedrez. Visto así parece que lo tengo todo, y la realidad es esa, todo, menos un poco de sentido común. Cuando llega el fin de semana, los jóvenes nos transformamos. Nos abocamos al lado oscuro de la existencia.  Queremos más y más, nos gusta divertirnos a tope, experimentar cosas nuevas y probarlo todo sin pensar en las consecuencias. Nuestros padres ya confían en nosotros, porque les hacemos creer que ya somos mayores y muy responsables. Aunque yo sé que siempre viven en el miedo al peligro. Peligro que no sabemos ver. Salimos el fin de semana con nuestros amigos y queremos comernos el mundo. Somos capaces de pasarnos tres días seguidos bailando utilizando todo a nuestro alcance para forzar nuestra máquina. Así es la realidad, el fin de semana se transforma  en un largo camino que traspasa todo lo prohibido. Lo importante es llegar al lunes sin haber parado.. “Que inconscientes”.
Acabo de leer una novela en la que soy la protagonista y quería hablarle al autor sobre dicha novela. Aquella noche en la que quería aguantar, reír, bailar y bailar probé la dichosa pastilla, me dijeron que me transportaría a un mundo de magia e ilusión y podría bailar  sin parar, pero ésta me dio un revés con el que no contaba. La tomé sin pensar que estaba bailando con la muerte, y esta vez ella venció.
Estoy en coma y gracias al autor de esta novela puedo ver el dolor que he causado, escucho llorar a mi madre y a mi padre. ¿Cómo pude echarlo todo por la borda por una pastilla? siento miedo, dolor, pero también mucha paz, me inclino hacia el lado fácil, donde no hay dolor. Estoy más cómoda. Veo a mi novio pero quiero decirle que lo siento, que lo quiero, pero no puedo. La paz y la tranquilidad me llaman, me resisto a seguirla.  Veo como de pronto he madurado, y no me gustaría perder esta partida de ajedrez con la muerte. Veo que mueve ficha y que me tiene acorralada, pero quiero ganar, necesito ganar. En mi trance noto la delgadez de una mano amiga, me pide que viva, que me necesita. Es Loreto, su enfermedad la está matando, se mira al espejo y se ve gorda. El esófago lo tiene ya quemado de devolver la comida. Quiere que yo viva y me ha prometido que comerá, deseamos una segunda oportunidad.
El coma puede ser eterno, tener un rápido desenlace, o cesar inesperadamente. El viernes por la noche bailé con la muerte y ahora sigo luchando con ella. Gracias al autor de esta novela,  tengo una segunda oportunidad. He salido del coma y sin secuelas. Pero esto no siempre es así. Toda tu vida y la de los tuyos se puede ir al traste por una simple pastilla, por querer divertirte y experimentar cosas nuevas.
Yo, Luciana protagonista de esta historia, ya que el autor me ha dado la dicha de tener una segunda oportunidad os diría, os pediría que no juguéis con la vida. No siempre se es protagonista de una novela con un autor tan generoso como el mío.

MARÍA PÉREZ GARCÍA.





Fotografía de Manuel Blanco

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